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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org Cualquier testimonio o consulta escribir a algodelevangelio@gmail.com

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Algo del Evangelio

Miércoles 9 de abril + V Miércoles de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 31-42

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él:
«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres.»
Ellos le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: "Ustedes serán libres"?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre.»
Ellos le replicaron: «Nuestro padre es Abraham.»
Y Jesús les dijo: «Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre.»
Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios.»
Jesús prosiguió: «Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.»

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 8, 21-30:

Los fariseos y escribas que llevaron a la mujer pecadora ante Jesús no solo estaban acusándola a ella, sino que en realidad, en el fondo, buscaban un motivo para acusarlo a Jesús. En definitiva, eran unos grandes acusadores con piedras en sus manos, unos cobardes. La imagen de las piedras en las manos es muy gráfica, muy elocuente. Podríamos decir que acusar a los otros es «llevar piedras en las manos», pero en el fondo lo que es de piedra es el mismo corazón de aquel que lleva piedras. Aquel que le gusta acusar a los demás y exponer sus pecados ante los otros lo que tiene duro es el corazón, lo que es de piedra es su corazón. En definitiva, estos hombres eran muy cobardes, el que acusa, el que quiere tirarle piedras a los demás lo que le falta es valentía, porque es fácil tirar piedras a los demás y después «esconder la mano». Generalmente, cuando tiramos piedras a los otros, dicho de modo figurado, escondemos la mano, porque si fuéramos valientes para enfrentar y hablar con esa persona que acusamos, no lo haríamos con piedras en las manos. Los que tiran piedras siempre van en grupo, son cobardes, como los fariseos que se juntaron varios para hacer lo que no se hubiesen animado a hacer solos. Seguiremos con esto en estos días.
Durante esta semana previa a la Semana Santa, la más importante del año para los que creemos en Jesús, estamos escuchando el Evangelio de Juan, que me imagino que estarás experimentando como todos una cierta dificultad. Las situaciones y las discusiones de Jesús con los fariseos empiezan a exacerbarse de a poco y todo se va encaminando lentamente a la entrega de Cristo en la cruz.
Algunas claves nos ayudan para poder entender mejor el modo de escribir de este evangelista. Por ejemplo, una es que parece que Jesús habla en otra sintonía, él dice algo y los fariseos entienden otra cosa. Él habla en un lenguaje figurado para enseñarles quién es él, sin embargo, ellos no pueden comprender lo que Jesús les quiere decir. Muchas partes de este Evangelio son así. Habría como dos niveles de lenguaje. Algo que a veces nos pasa a nosotros en tantas cosas, decimos una cosa y nos entienden otra o entendemos una cosa y nos quisieron decir otra. ¿A quién no le pasó eso alguna vez? Sin embargo, la enseñanza del Evangelio es más profunda, no es solo una cuestión de comunicación, sino es una cuestión teológica, diríamos. Para comprender las palabras de Cristo tenemos que meternos en su corazón, tenemos que despojarnos un poco de las cosas de este mundo. Lo mismo pasa hoy también con las palabras de Dios que quedaron en la Biblia, están ahí, son sagradas, son palabras de vida, pero por sí solas no hacen magia, necesitan ser bien comprendidas, necesitan que un corazón acepte las verdades que encierran. Es por eso que de la Palabra de Dios puede brotar la verdad más profunda y, al mismo tiempo, el error o la herejía más grande, no por culpa de ella misma, sino de los que la interpretan. Entendiendo esto, uno comprende que no hay que aflojar, no hay que cansarse de buscar y seguir aprendiendo lo que Jesús nos dice cada día y que no nos pase como a los fariseos, que por no comprender rechazaron el mensaje y al mensajero. Esa es la solución más fácil, como no entiendo paso a otra cosa, como no entiendo rechazo al que me habla.
En Algo del Evangelio de hoy Jesús les dice a los fariseos: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy…». Les estaba diciendo, como para traducirlo, algo así: ¡Cuando me maten, cuando me cuelguen de la cruz y me levanten bien alto, van a saber que yo soy Dios, que no era un hombre cualquiera, porque les voy a demostrar mi amor desde la cruz. Les estaba anticipando que su muerte se transformaría en el signo para reconocer que él era Dios caminando entre ellos. Toda una locura para ellos y para nosotros también, si lo pensamos en serio. Dios elige morir en una cruz, de la peor manera para esa época, para poder manifestarse como Dios.

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Algo del Evangelio

https://www.youtube.com/watch?v=z07b7Tx5ppc&ab_channel=AlgodelEvangelio

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 8, 12-20:

Jesús nos dirige una vez más la palabra a todos nosotros, a los que quieren escuchar y a los que no escuchan tanto, a los que se entusiasmaron escuchando con frescura alguna vez, pero ahora ya perdieron el fervor, como a los que están escuchando con entusiasmo la Palabra cada día, porque recién empiezan a escuchar. Es bueno volver a decirlo siempre: No es sensato pensar que se puede ser cristiano serio (y no lo digo por la cara, sino por la manera de encarar la vida) si no se escucha la Palabra de Dios cada día, si no nos tomamos en serio lo que Dios Padre nos dice día a día por medio de su Hijo y de lo que nos pasa cada día. Por eso hoy te propongo volver a resucitar los deseos de escuchar a Dios, si estaban caídos, volver a convencernos que es necesario, que hace bien, que alegra el alma, que conforta el corazón escuchar y poner en práctica las enseñanzas de Jesús. Si estás amaneciendo, amanecé con la Palabra de Dios; si estás desayunando, desayuná palabras de Dios, cortá el ayuno del sueño con palabras de Dios; si estás yendo a trabajar, no dejes de «trabajar» tu relación con tu Padre escuchándolo a él; si estás viajando, «viajá» con lo que Dios sueña para vos que sos su hijo, su hija, soñar no cuesta nada; si estás triste, dejate acompañar por Jesús porque él sabe lo que te pasa, dejate consolar porque así se te irá la tristeza; si estás feliz, alégrate con él que también disfruta de la felicidad de sus hermanos; si estás sufriendo, sufrí con él y no te encierres pensando que el dolor se va ocultándolo. Volvamos todos juntos en esta última semana de Cuaresma a acompañar todo lo que hacemos con las palabras de Jesús que dan vida y salvan, porque iluminan.
No me cansaré de decirlo, pero ¡qué maravillosa, qué impresionante la escena del Evangelio de ayer, del domingo! Es conmovedor volver a repasar por el corazón ese momento único en el que Jesús evita que unos «acusadores», acusen a una pobre mujer destrozada por su pecado, devolviéndole su dignidad y sus deseos de cambiar. Para contemplar límpidamente esta escena, debemos tirar nuestras piedras al piso, no se puede ver bien si tenemos las manos atadas y el corazón aferrado a algún deseo de apedrear a alguien que consideramos que se lo merece. ¡Imaginemos si todos debiéramos tirarnos piedras entre nosotros por los pecados que cometemos en la vida! ¡Imaginemos la cantidad de heridas que tendríamos, o que habríamos hecho a los otros, si nos diéramos el lujo de «hacer justicia» por mano propia, tirando piedras a los que no se comportan como Dios quiere! ¡Qué desastre! ¡Menos mal que Jesús evita y quiere evitarnos esa fea tarea de andar condenando a los otros! Que su Palabra nos transforme el corazón y nos ayude a comprender esta enseñanza que es la esencia de su mensaje.
En Algo del Evangelio de hoy nos dice Jesús a todos: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida». Yo soy el que te permite ver lo que al final de cuentas vale la pena ver. Vemos día a día miles de cosas. Nos creemos que vale la pena ver todo lo que se nos presenta por el camino, a veces andamos deseosos de ver y ver, pero en realidad vale la pena ver cuando vemos con los ojos del corazón, con ojos de fe y solo ve con fe aquel que se deja iluminar por el que nos da la fe, por Jesús, que es la luz. La fe nos permite ver a Jesús, pero al mismo tiempo Jesús nos da la fe porque él es luz y la fe es luz para la vida. Parece un trabalenguas, pero es así. En definitiva, todo nos viene de él, nosotros solo tenemos que pedir y pedir más fe. Pedir con fe tener más fe y creer que es verdad todo lo que nos enseña, que es verdad que dejarse iluminar por él es tener vida y que la vida que viene de Jesús cambia todo, y lo cambia en serio. Es así, creamos y confiemos.

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Algo del Evangelio

¡Qué linda imagen del Evangelio de hoy! ¡Qué maravilloso es imaginar a Jesús en ese momento, quedándose solo con esta mujer! Él logró con astucia y sabiduría quedarse solo con esa mujer para que se sienta amada. Esa mujer, que podemos ser vos y yo, necesitamos quedarnos solos con Jesús, que todos los que nos acusaban, que todos los que nos querían tirar piedras, que todos los que nos señalan por soberbia se vayan de la escena y nos quedemos solos con él. En definitiva, nuestra vida, al final de nuestra vida, será eso, solos con Jesús. Él nos mirará, nos hablará al corazón y nos dirá: Yo no te condeno.
Que esta escena de hoy, que esta maravillosa imagen nos ayude a reconocer el infinitito amor de Dios, que nos ama y nos perdona siempre, pero que también, debemos decirlo, no quiere que pequemos más, quiere que nos levantemos, que dejemos ese lastre que nos arrastra y que no nos deja caminar en paz, para poder mirar al futuro y vivir como hijos de Dios, libres, sin pecar, amando con todo nuestro corazón.

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p. Rodrigo Aguilar

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Domingo 6 de abril + V Domingo de Cuaresma(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 1-11

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?» Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.» E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie, Señor.» «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.»

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 7, 40-53:

«Nadie habló jamás como este hombre», dice la Palabra de hoy. «Nadie habló jamás como Jesús», nadie, absolutamente nadie. Es lindo imaginar a Jesús hablando. ¿Alguna vez lo imaginaste? Hablándonos a nosotros ahora, hablándonos al «corazón», hablándonos en el silencio de este sábado, de ese silencio que tenemos que buscar nosotros mismos. Nadie jamás habló como él, y lo lindo de Algo del Evangelio de hoy es que, como siempre, podemos volver a escucharlo a Jesús. «Nadie habló como Jesús», lo que pasa es que no todos lo supieron escuchar o no todos escucharon lo que Jesús realmente quiso decir. Nadie jamás dijo lo que Jesús dijo, nadie hizo lo que él hizo. No sabemos si fue él un gran «orador» en el sentido actual de la palabra, con una gran oratoria, donde lo que se valora finalmente es otra cosa, la forma y no el fondo, más el modo de decir que las cosas de su contenido. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que sus palabras cautivaban, con lo cual hablaba muy bien. Su manera de decir las cosas atraía, enamoraba a aquellos que tenían el corazón abierto para recibirlas. Porque por más que uno sea un buen orador y por más orador bueno que tengamos en frente, si nuestro «corazón» no quiere abrirse, no quiere escuchar, nada lo puede doblegar. Y es por eso que, a pesar de que «nadie había hablado como Jesús», muchos no lo quisieron escuchar, muchos no le quisieron creer por más buen orador que fue. Se necesitan las dos partes: palabras lindas y bien dichas, verdades bien dichas, y corazones bien dispuestos y abiertos. Ahora… lo que no puede faltar nunca es el corazón dispuesto. Cuando el corazón está «agazapado» para escuchar, por más que las cosas que digamos no salgan tan bien dichas, siempre ese corazón encontrará algo bueno para rescatar.
Sería bueno que, en esta cuarta semana de Cuaresma, ya a las puertas de la recta final hacia la Semana Santa, recemos para reflexionar cómo estamos recibiendo las palabras de Jesús, esas palabras que salieron de la boca de alguien que «habló como jamás se había hablado». Pensemos en ese cantante o canción que nos gusta escuchar siempre, aunque pase el tiempo. Pensemos en ese profesor que nos gusta o nos gustaba escuchar por su manera de transmitir. Pensemos en esa película o serie que nos encanta sentarnos a ver y escuchar. Pensemos en ese libro que nos apasiona sentarnos a leer. Pensemos en ese sacerdote u orador que nos gusta escuchar. Bueno, ahora pensemos si la escucha de Jesús se acerca un poco, o por lo menos un poquito, a eso que pensamos, a esa persona que se nos viene al corazón. No siempre ponemos la misma fuerza del corazón en escuchar lo que nos gusta escuchar y en escuchar a Jesús. Claramente nos debería apasionar más escucharlo a Jesús. ¡Pobre Jesús!, es el que mejor habla, el que mejores cosas, verdades dice y muchas veces no lo escuchamos.
Este sábado, por eso, es una buena oportunidad para que repasemos por nuestra cuenta esas cosas que escuchamos en la semana y nos salió decir: «Nadie me habló así jamás», «nunca había escuchado algo así», «la Palabra de Dios me tocó de una manera especial el corazón». Es la oportunidad para volver a escuchar lo que vale la pena escuchar. Es la oportunidad para volver a profundizar en eso que nos sorprendimos. Retomemos alguno de los evangelios, retomemos Algo del Evangelio de hoy, algún comentario. Retomemos algo que nos ayude. Imaginemos que Jesús es el que nos lo está diciendo, una vez más. Imaginemos, cerrando los ojos, que solo él puede decirnos algo así. Solo él habló así, solo él nos seguirá hablando así siempre. Que hoy podamos revivir esta experiencia, de la misma manera que la vivieron los que estuvieron cara a cara con Jesús y pudieron escucharlo.

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Algo del Evangelio

Hoy, sin embargo, dice claramente que «quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora». No era el momento y además él no murió por casualidad, murió porque quiso, porque lo eligió por amor. Como estas hermanitas, como tantos cristianos, no murieron por accidente, como sin querer, murieron porque en realidad ya estaban dando su vida. Su vida estaba al servicio de la vida de otros. Si no hubiesen estado amando, no las hubieran matado. Cuando uno elige dar la vida de a poco, no es sorpresa que la muerte sea una consecuencia de la forma de vivir. Parecerá duro y fuerte lo que voy a decir, pero es del Evangelio muy de Jesús: ¡el amor nos va matando, nos va quitando la vida del cuerpo!; pero lentamente nos va dando otra vida, la Vida eterna, vida que no se perderá, que se gana, que se transforma, que nos resucita. Si elegimos amar y entregarnos, preparémonos para morir, y morir para un cristiano no es malo. Morir por amor a los demás, a tus hijos, a tu marido, a tu mujer, a los más abandonados de la sociedad, es la clave de la felicidad. No dejemos que nos quiten la vida, sino seamos nosotros los que la entreguemos, como estas cuatro hermanitas, como tantos cristianos que día a día dan la vida por amor a Cristo.

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p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 7, 1-2. 10. 25-30:

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Algo del Evangelio

Si sabemos beber de la fuente, nunca dejaremos de quitar la sed. Si creemos que no podemos, es porque estamos pensando que podemos por nosotros mismos, y en realidad es todo al revés. Cuando nos convenzamos de que nosotros no podemos, es justamente cuando dejaremos que aparezca el Señor, cuando dejaremos transparentar la luz que no se cansa de iluminar, la luz del mundo que es Jesús.
Pidámosle al Señor hoy que nos ayude a ser lo que él fue, un testigo del Padre, y hablar solamente lo que el Padre quiera que hablemos y que transparentemos con nuestras obras lo que realmente somos: hijos de la luz, hijos del Padre.

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Jueves 3 de abril + IV Jueves de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 31-47

Jesús dijo a los judíos:
«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.
Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.
Mi gloria no viene de los hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?»

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 5, 17-30:

Retomando una vez más la parábola del domingo, esa parábola maravillosa del padre y los dos hijos, tenemos que volver hacia ella para comprender por qué Jesús finalmente cuenta esa parábola donde les estaba reflejando quiénes eran realmente los escribas y los fariseos. En el fondo, con esta parábola Jesús les pone un espejo y les dice: Miren, ustedes son el hijo mayor, ustedes son aquellos que se creen salvados y no se alegran porque un pecador vuelva hacia Dios. En definitiva, Jesús les está contando esa parábola para que se vean reflejados a sí mismos y puedan cambiar, porque murmuraban de él. Pero, finalmente, como sabemos, esto no conmovía el corazón de todos los fariseos y era un motivo más para que lo rechacen, para que lo critiquen, porque en realidad no terminaban de comprender el corazón de Dios. Jesús vino a mostrarnos cómo es el corazón de su Padre, y nosotros no aprendemos a escucharlo y no vemos reflejado en sus actitudes las actitudes del mismo Padre, seguiremos haciéndonos una imagen de Dios a nuestra medida. Y Dios es como es, es misericordioso; se alegra cuando alguien vuelve hacia él y lo único que desea es que sus hijos estén juntos y vivan como hermanos.
Vamos a Algo del Evangelio de hoy. Te propongo que intentes imaginarte en este momento todo lo que hacés a veces en tu vida por esperar algo que deseas con todo tu corazón, todos los medios que ponemos todos para alcanzar lo que buscamos cuando lo queremos verdaderamente, lo que consideramos importante en nuestra vida, las veces que nos quedamos despiertos para esperar a un hijo que volvía tarde, las noches casi sin dormir por ver una película que tanto nos gustaba o que nos recomendaron, las veces que tuvimos que esperar para encontrarnos con la mujer o el varón del cual te habías enamorado. Todos somos capaces de esforzarnos verdaderamente cuando deseamos algo, todos somos capaces de hacer cosas grandes cuando amamos algo de verdad, cuando lo deseamos en serio. Por eso, la clave, el desafío en estos tiempos es volver a despertar nuestros deseos de Dios, desear, desear en serio, desear y buscar.
Una vez alguien me dijo algo que me hizo reflexionar. «Padre, cada día con mi mujer esperamos la Palabra de Dios como un niño espera su comida», me acuerdo que me dijo. ¡Qué imagen más elocuente, qué imagen más linda! Imaginémonos si esperamos cada día lo que Dios nos quiere decir como esperamos la comida, la mejor comida que imaginemos, la de nuestra madre, el asado de cada semana.
Rezo todos los días para que cada día esperes vos y muchos más la Palabra de Dios, no esperes lo que yo voy a decir, sino que esperes el alimento que alimenta en serio, que sacia, que cura, que de golpe ilumina, que llena de alegría y miles de cosas más. Pidamos ese regalo para todos, no nos cansemos de pedir, de pedir, de desear, pedir esperar, pedir tener hambre de lo que Dios nos dice. Es por eso que en Algo del Evangelio de hoy, que es un poco complejo, me quedo con estas palabras de Jesús: «Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida».
Todo lo que Jesús hizo y habló, fue para que creamos en el que lo envió, para que creamos en su Padre, para que creyendo en que Dios es Padre misericordioso tengamos vida y Vida eterna, vida de la buena, vida en abundancia, vida que nos quita el miedo y que nos saca de la muerte de esta vida.
Los audios que realizamos no son para que escuchemos solamente la voz del sacerdote, sino para que escuchemos la de Jesús y, escuchando la de Jesús, escuchemos la del Padre del Cielo. Esto es una cadena de envíos y de transmisión del amor de Dios. Dios Padre salió a buscar a sus hijos enviando a su Hijo al mundo para que creyendo en sus palabras creamos en que el Padre es mucho más bueno de lo que imaginamos, que a Dios no podemos tenerle miedo, que el amor quita el miedo, el amor levanta y nos hace andar con nuestra antigua camilla por el mundo, creyendo y caminando.

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Algo del Evangelio

La Cuaresma es tiempo de salir de eso, de tomar la camilla y levantarse, de resucitar y dejar la avaricia, la pereza, la lujuria, la soberbia insoportable, la gula, la ira, y la envidia y todo lo que nos aleja de los demás, de nosotros y del Padre. El remedio es simple, pero implica un poco de nuestra parte: oración con el corazón, limosna de corazón y ayuno con alegría. Todo esto en secreto, porque solamente nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará.

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Algo del Evangelio

Martes 1 de abril + IV Martes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 1-3a. 5-16

Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: « ¿Quieres curarte?»
El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes.»
Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina.»
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla.»
El les respondió: «El que me curó me dijo: "Toma tu camilla y camina."» Ellos le preguntaron: « ¿Quién es ese hombre que te dijo: "Toma tu camilla y camina?"»
Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía.»
El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 4, 43-54:

Nuestro Padre del Cielo quiere que comprendamos de una vez por todas que él es misericordioso y quiere que seamos sus hijos y vivamos como hermanos. Ese es el gran mensaje del Evangelio de ayer, domingo, por eso buen día, buen lunes. A levantarse, a poner cara de alegría, sabiendo que Jesús nos habla una vez más a través de su Palabra y quiere que nuestros corazones sean cada vez más parecidos al suyo. Y por eso en la parábola de ayer, esa parábola tan conocidos por todos, pero que a veces corre el peligro de ser ya casi ni interpretada, es de algún modo la imagen del corazón de un padre que quiere enseñarnos a vivir como hermanos y por eso no vale la pena estar mirando de reojo si Dios es más bueno con unos o con otros, porque en realidad es bueno con todos; tanto el hijo mayor como el menor no se habían dado cuenta. Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy.
Si supiéramos todos los milagros que se dan día a día, en cada instante, en aquellos en los que creen en las palabras de Jesús, este hombre, podríamos decir que pudo comprobarlo por sí mismo a la misma hora en la que Jesús le dijo: «Tu hijo vive, se le fue la fiebre». Si nosotros nos pudiéramos dar cuenta que en realidad cada hora Jesús realiza un milagro, ¡cuánto cambiaria nuestra vida! Este hombre fue a pedirle que baje con él, o sea, le pidió en realidad que lo acompañe muchos kilómetros hasta su casa, sin embargo, Jesús lo invitó a confiar en su palabra, lo invitó a creer y después a ir a ver, lo contrario de lo que nosotros muchas veces necesitamos, primero ver para creer.
Imaginemos que tuviéramos el don de poder reconocer todos los signos que Jesús da continuamente a aquellos que confían en él. Son infinitos, son incontables. Seríamos mucho más felices, creeríamos nosotros y toda nuestra familia. Por eso, hoy podríamos decir que Jesús sigue invitando a muchos a creer, a confiar, a no buscar más signos que su propia palabra. Porque el mayor milagro que él puede lograr en nuestra vidas, además de curar enfermedades, cosa que pasa tantas veces, es la de creer, es la de tener fe. Creer y confiar es un milagro en un mundo lleno de miedos y dudas. Creer y confiar en que la Palabra de Dios es verdad siempre, es un milagro en nuestros corazones, que muchas veces todo lo calcula, todo lo mide y de todo se quiere asegurar. En cambio, el que cree se anima a no calcular tanto, a no medir todo y a no asegurarse todo, como el hombre del Evangelio de hoy. Va en busca de Jesús, fue con un fin, con una intención, sin embargo, se vuelve solo con unas palabras y un corazón lleno de confianza. «Creyó y se puso en camino», dice el Evangelio. El creer verdaderamente nos pone en un camino distinto. Creer es moverse, no es cruzarse de brazos. El que cree empieza a moverse en la dirección que Jesús le señaló. «Volvé a tu casa», le dijo. Por eso más allá de lo que le pidamos a Jesús día a día, más allá del deseo que tengamos en nuestros corazones, de que cure a cierta persona, a un amigo, a un pariente, más allá de que lo busquemos a Jesús para algo en especial, también es bueno que aprendamos a escucharlo, que aprendamos a escuchar lo que él nos dice: «Volvé a tu casa, tu hijo vive». Volvé a lo tuyo, ponete en camino, cree, confiá. La vida es caminar, la fe es un camino y solo caminando se empieza a ver mejor, solo empezando a confiar, solo empezando a perder tantos miedos, tantos porqués, tantas dudas se empieza a descubrir que las palabras de Jesús se van cumpliendo. ¿Creemos es esto? ¿Creemos que en realidad tener fe no es magia? Creer es buscar a Jesús, buscar algo de él, pero aprender a recibir lo que él quiere darnos y, al mismo tiempo, animarse a esperar lo que venga, como decimos muchas veces, lo que Dios quiera, pero siempre con él, siempre sabiendo que, si estamos con él, nada estará contra nosotros o, en realidad, nada podrá quitarnos la seguridad de ver signos en cada paso que damos.

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p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Con esta actitud de fondo, debemos caminar hacia la Semana Santa, no bajando la cabeza cuando veamos a Jesús en la cruz, como quien le da un poco de lástima e impresión, sino al contrario, mirándolo fijo para poder descubrir en ese hombre todo el amor de Dios, condensado en una persona.
Cuando por gracia del Padre nos demos cuenta de que Jesús también fue levantado en la cruz por culpa de nuestros pecados, recién ahí empezaremos a conocer verdaderamente quién es él y qué es lo que vino a hacer a este mundo y a nuestras vidas
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Martes 8 de abril + V Martes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 21-30

Jesús dijo a los fariseos:
«Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir». Los judíos se preguntaban: «¿Pensará matarse para decir: "Adonde yo voy, ustedes no pueden ir"?». Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: "Ustedes morirán en sus pecados". Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados».
Los judíos le preguntaron: «¿Quién eres tú?».
Jesús les respondió: «Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo».
Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
Después les dijo: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada».
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Jesús es luz y nos da vida cuando nos levanta de nuestros pecados y no nos condena, cuando nos anima seguir caminando a pesar de nuestro pasado, cuando nos da fuerzas para perdonar lo que parecía imperdonable, cuando nos hace ver con otros ojos a ese que no podíamos ver, cuando nos ayuda a descubrir en lo peor lo mejor, cuando nos ayuda a creer que la muerte es solo un paso, que ya veremos algún día a nuestros seres queridos, cuando en medio del desastre nos hace ver casi sin querer un milagro oculto a los demás.
Es así, creamos, y sigamos a Jesús, sigámoslo mientras lo escuchamos, solo es cuestión de confiar y todo empieza a verse distinto, todo empieza a revivir, porque él es luz y la luz da vida.

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p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Lunes 7 de abril + V Lunes de cuaresma(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 12-20

Jesús dirigió una vez más la palabra a los fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida.»
Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.»
Jesús les respondió: «Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?»
Jesús respondió: «Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.»
El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 8, 1-11:

Dejar de ser acusadores. Tirar la piedra que llevamos en el corazón y en las manos, muchas veces lista para golpear a los demás. Dejemos de ser acusadores. Tiremos la piedra, pero al piso. A nadie tiremos piedras. Esa es la cuestión de este domingo quinto de Cuaresma.
La escena de Algo del Evangelio de hoy es impresionante, da ganas de meterse en el corazón de esa mujer, da ganas de ser también un espectador en ese momento. ¿Qué habrá sentido? ¿Qué habrá sentido al llegar siendo acusada y, al mismo tiempo, con el peso de sus propias debilidades, de sus pecados? ¿Qué habrá sentido al escuchar y al percibir la mirada de Jesús, que no la condenó y que además la animó a empezar un camino nuevo? ¿Qué habrá escrito Jesús en el piso mientras todos tenían sus piedras en las manos? ¿Qué habrán sentido esos hombres que para probarlo a Jesús y por querer acusarlo terminaron tirando sus piedras y se fueron, como se dice acá, «silbando bajito» como haciendo que no pasó nada? ¡Qué escena impresionante! Es la imagen más impactante de lo que Jesús vino a hacer entre los hombres, no a condenar, sino a perdonar y, además, ayudarnos a salir del pecado mucho mejor.
Jesús no niega el pecado de la mujer, no lo tapa, no lo esconde, no hace como que no pasó nada, como a algunos les gusta decir, sino que evita condenar para que, desde el amor, que no condena, esa mujer, vos y yo no pequemos más, empecemos una vida distinta, una vida nueva; «en adelante no peques más». Por eso, Jesús no niega el pecado, pero sí se interpone para que otros pecadores no cometan otro pecado más, tirando piedras teniendo aún pecados. Tirar piedras es también un pecado. Tirar piedras creyendo que tenemos el derecho a hacerlo, es tan pecado como el pecado que señalamos de los demás. El pecado es así, engendra pecado. El pecado «cría» pecados y pecadores.
Este es otro domingo más en el que Jesús nos pone de frente al espejo de nuestra propia realidad y debilidad; una especie de parábola del padre y sus dos hijos, en vivo y en directo. Esto ya no es más un cuento, esto pasa en la realidad, en la realidad de antes y de ahora. Hay pecadores de todo tipo, nadie se queda afuera. Un pecador convencido, que se enorgullece por pecar y anda ciego por el mundo pecando y molestando a los demás, y por eso necesita de un buen golpe para reaccionar. El pecador de clase media, por decirlo de alguna manera, el común que sufre por pecar, vos y yo somos esclavos a veces del pecado y, además, somos acusados por otros. Y el pecador de clase alta, por usar una imagen –cuesta tanto, pero es la que se me ocurrió– el que se cree que no es pecador y además se cree con el derecho a apedrear a los demás. Sería algo así: «Casi que todos son pecadores, menos yo», «Padre, yo nunca hice nada malo», «Padre, es increíble cuánta gente mala hay dando vueltas por ahí». Son las frases clásicas de esta clase de pecadores. Pecadores anestesiados que no descubren que les falta muchísimo para amar en serio. Que no hace falta ser un gran pecador para haber sido perdonado por Jesús. Que, en realidad, si no caímos tan bajo como aquellos que señalamos, es porque Jesús nos salvó antes, nos quitó la piedra del camino para que no caigamos. Esa es la verdad de nuestra vida.
No importa qué clase de pecador seamos, sino que lo somos, sino que lo sos, que lo soy. No importa tanto eso, eso ya lo deberíamos saber. Importa que Jesús no nos condena. «Yo tampoco te condeno». Aunque seas el peor pecador del mundo, de una clase u otra, él no te condena. No nos condena. Si pecamos, si pecaste, él nos invita a «no pecar más» y si quisiste apedrear a otro, sin darte cuenta que sos pecador, te invita a «tirar las piedras», pero al piso. ¡Tirala! ¡¡No tenés derecho a apedrear a nadie!!!
¿Qué habrá escrito Jesús ese día en el piso? «Yo no te condeno, empezá una vida nueva y no peques más» o también… «Tirá la piedra…pero al piso, tirá las piedras de tu corazón, no sos nadie para condenar».

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Algo del Evangelio

Vuelvo a recordarte una vez más, que la manera más fácil y práctica de recibir los audios con el comentario del Evangelio es bajándote la aplicación de Telegram, disponible para cualquier celular, que te permite buscar nuestro canal que se llama @algodelevangelio y unirte para tener los audios todos los días y los comentarios, incluso podés buscar audios viejos, podés compartirlos. También recordá que en nuestra web www.algodelevangelio.org podés buscar otros modos de recibir los audios en tu celular, compartirlos, dejarnos testimonios y ayudarnos a seguir difundiendo la Palabra de Dios que tan bien nos hace, a vos y a mí.

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p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Sábado 5 de abril + IV Sábado de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 7, 40-53

Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta.» Otros decían: «Este es el Mesías.» Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?» Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?»
Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre.»
Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita.»
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: «¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?»
Le respondieron: «¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta.»
Y cada uno regresó a su casa.

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

¡Qué difícil es comprender el corazón de nuestro Padre del Cielo! Muchas veces pretendemos que Dios sea como nosotros queremos ser. Sin embargo, si sos padre o madre, ¿no harías lo mismo que la parábola que escuchamos el domingo? ¿No recibirías a tu hijo que se fue con los brazos abiertos y le harías una fiesta? Sin embargo, si pensamos como hijos, muchas veces tenemos la gran tentación de pensar que el padre fue injusto, que no debería haber hecho eso, que debería haberle reprochado al hijo el haberse gastado todos los bienes, que debería haberle mostrado su indignación para que aprenda. Pero bueno, Dios no es como nosotros queremos que sea, sino que es así, es Padre misericordioso y desea que vivamos como hermanos. En definitiva, cuanto más Hijo de Dios somos, como hermanos nos comportamos y, al contrario, cuanto menos hermanos somos, cuanto menos nos comportamos como hermanos, es un signo de que no somos tan hijos como creemos ser. Por eso sigamos pidiéndole al Padre que nos ayude a pensar y sentir como él. Que nos ayude a no indignarnos cuando él recibe a un hermano que se fue, cuando él abre los brazos para también recibirnos a nosotros porque tantas veces nos vamos; en definitiva, el cielo será la fiesta de los hijos con el Padre y para eso tenemos que empezar a prepararnos acá en la tierra.
Hace unos años hubo un martirio de unas monjitas Misioneras de la Caridad, en un país llamado Yemen, en Asia; y también con esas cuatro monjitas murieron varios ancianos que intentaron defenderlas, ancianos que ellas mismas cuidaban. Sí, aunque parezca mentira, ayer, hoy y mañana seguirá habiendo personas que mueren por Cristo, hijos de Dios que mueren por odio, ese odio que existirá hasta el fin de los tiempos. No es ciencia ficción, no son películas, no son historias que te estoy contando solo del pasado, cuentos para creer, sino que es una realidad. Así como buscaban matar a Jesús en Algo del Evangelio de hoy y finalmente sabemos que lo lograron, así también muchos siguen queriendo matar a Jesús, al Bien, a la Belleza, a la Verdad, a la justicia, en definitiva, al Amor. ¿Y sabés por qué mataron a estas hermanas? Porque las acusaban de hacer proselitismo cristiano. ¿Qué sería eso? Bueno, las acusaban de que ellas buscan hacer cristianos casi como un club, sumar miembros al club. Porque para algunos, en definitiva, amar es hacer proselitismo y la Iglesia no está llamada a hacer proselitismo. Por lo tanto, esa acusación fue falsa, era falsa porque esas hermanitas lo único que buscaban era amar, como debemos buscar vos y yo. ¿Y qué pasa mientras tanto? Bueno, todo sigue igual, como siempre; mientras tanto, el mundo calla, calla porque no le conviene, calla porque le temen a la verdad, los medios de comunicación informan lo que les conviene. Callan también porque es más lindo hablar de los problemas que a ellos les gusta hablar, callan porque es incómodo para unos comunicadores decir que hay gente que se animan a dar la vida por amor, es demasiado compromiso para un mundo que prefiere pasar de largo ante un pobre, mientras algunos derrochan miles en su egoísmo escandaloso. Calla porque no les conviene hablar del amor de unas hermanitas llenas de amor para dar, llenas de vida para donar. Calla porque dar la vida por un ídolo o por un equipo de fútbol, por una profesión, por salvar una especie en extinción, por un éxito pasajero, es un signo de heroísmo; sin embargo, dar la vida por Jesús y por sus hermanos, es fanatismo, es exageración. ¿Para qué tanto? ¿Vale la pena tanto? El mundo y los medios hablan de lo que les conviene y obviamente el amor verdadero no vende tanto, no da mucha ganancia, no da poder. Sin embargo, estas hermanitas que te cuento y tantos mártires silenciosos del día a día, nos enseñan que el Evangelio no es ciencia ficción, no es mentira, sino que se vive día a día y que vivirlo nos lleva a ir dando la vida, como lo hizo Jesús. Jesús no se dejó matar, sino que fue él mismo a morir, que es muy distinto.

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Algo del Evangelio

Viernes 4 de abril + IV Viernes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: «¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es.»
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó:
« ¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió.»
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 5, 31-47:

¿Habrá entrado a la fiesta finalmente el hijo mayor de la parábola del domingo? Naturalmente tendemos a pensar que no, porque en realidad el padre lo va a buscar para convencerlo y el hijo lo llena de excusas y le cuenta, en el fondo, todo su dolor, el porqué está enojado. Y Lucas no dice que finalmente entró, pero tampoco dice que no entró, por lo tanto, podríamos pensar que es un final abierto, como una invitación de Dios para que nos preguntemos nosotros mismos: Y nosotros, ¿qué haríamos? ¿Nosotros entraríamos a la fiesta de un padre que recibe a su hijo después de despilfarrar todos los bienes o seguiriamos creyendo que somos los hijos obedientes y que nosotros nos merecemos más que los demás? Bueno, vayamos abriendo nuestro corazón porque el cielo no será otra cosa que la fiesta de los perdonados, de aquellos que se arrepintieron y volvieron, y entre ellos puede estar realmente cualquiera, incluso aquel que hoy en la tierra lo miramos de reojo y decimos: No, este no puede cambiar. Sin embargo, el Padre misericordioso siempre nos dará oportunidad de cambiar, a vos y a mí. Principalmente el gran y primer cambio que tenemos que hacer es el de ser humildes y aceptarnos débiles y pecadores como todo ser humano.
Son muchísimas las anécdotas que uno siempre puede contar para iluminar la Palabra de Dios, de hecho, me lo dicen muchas veces: «Padre, volvé a contar algo, porque eso nos ayuda». Es verdad, pero también es verdad que tampoco continuamente tenemos experiencias que son dignas de contar o que podamos contar. Pero hablando de eso me acuerdo que me pasó algo cuando comencé el ministerio de párroco, que un hombre mayor con su gran sabiduría me enseñó, porque eso uno va aprendiendo y tenemos que ir aprendiendo todos a encontrar la verdad escondida por donde uno mire, no importa lo poco que parezca. La verdad siempre está ahí, misteriosa pero atrae siempre.
Bueno, me acuerdo que este hombre mayor me llamó y me dijo: «Padre, le voy a pedir, o decir dos cosas, mejor dicho, dos cosas que se las dije al padre anterior. Mire… yo lo voy a ayudar mucho, más que al padre anterior, pero…no le voy a decir cosas lindas, no le voy a alagar, ni tampoco le voy a andar con chismes». «¡¡Qué lindo, le dije, qué bueno lo que me dice!! Eso es lo que quiero, que me ayude, que se juegue por esta comunidad, pero que no me ande con chismes. Por favor, si usted ve que hago algo malo, corríjame, corríjame en privado como enseña el Evangelio». «Sí, padre, me dijo, no se preocupe, yo se lo voy a decir. Pero mire… lo que necesitamos en esta comunidad es simplemente que confiese, que venga antes de la misa a confesar y que celebre la misa». Bueno, increíble fue para mí ese momento. No me dijo: quiero que construya un templo más grande, que haga comedores, que solucione el hambre de todo el barrio; solo que confiese y que celebre la misa. En pocas palabras, ese hombre me enseñó o me recordó la esencia de ser sacerdote, no lo único, pero lo esencial, y la esencia de lo que pretende un fiel sencillo de un sacerdote. Pretende y quiere a Jesús que se manifiesta a través de los sacramentos fundamentalmente, donde se nos da la gracia. Nada más ni nada menos que eso. Los sacerdotes, pero también vos que estás escuchando, los laicos, todos los cristianos, debemos ser testigos de la luz, de Jesús y Jesús fue testigo del Padre. De esto habla Algo del Evangelio de hoy. No hablamos en nombre nuestro, no nos creerán por hablar mucho y hacer mucho, porque seamos muy queridos, por ser unos genios, como decimos, grandes hacedores de cosas y llenos de aplausos, sino que nos creerán por ser transparentes en el sentido más profundo y cristiano de la palabra. Ser luces que no tienen luz propia, porque a veces no nos da el corazón, es verdad, porque a veces todo nos abruma y nos pasa por encima, porque estamos cansados y caemos, pecamos. Por eso lo más lindo de ser testigos de Jesús, de ser luz, es justamente que la luz no es nuestra y por eso si la sabemos cuidar, nunca se apagará.

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Algo del Evangelio

Acordémonos que Dios es como el Padre de la parábola del domingo, no es como a veces nosotros creemos. Acordémonos que hay que creer y caminar, no queda otro camino. ¿Queremos curarnos? Creamos, tomemos nuestra camilla y empecemos a caminar. Así empiezan las cosas lindas de la vida. Creamos que Jesús vino a darnos vida y Vida eterna.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar

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Algo del Evangelio

Miércoles 2 de abril + IV Miércoles de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 17-30

Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo.» Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:
«Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.»

Palabra del Señor.

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Algo del Evangelio

Comentario a Juan 5, 1-3a. 5-16:

Decía el Evangelio del domingo que los fariseos y los escribas murmuraban de Jesús. Hablaban mal de Él porque veían que se juntaba con los publicanos, que eran pecadores públicos, y con los pecadores, que no sabemos qué tipo de pecadores, pero seguramente eran aquellos hombres que todos señalaban por las cosas que hacían. Bueno, Jesús se juntaba con ellos a comer, o sea, los recibía o dejaba que lo reciban en sus casas. O sea, todo un signo de lo que Dios vino a hacer a este mundo, a reunirse con aquellos que son pecadores como vos y como yo. Pero bueno, en el fondo esa murmuración hacia Jesús para mí, para la Iglesia, debería ser el mayor elogio. A veces una crítica que nos pueden hacer en el fondo, si uno ve la otra cara, es un elogio. ¡Qué gran elogio! ¡Jesús se junta con los pecadores! ¡Jesús quiere comer con vos y conmigo, porque vos y yo también somos débiles! Lo que pasa que después, con la parábola que contó, nos muestra que el hermano mayor es de aquellos que no se creían pecadores. Pero bueno, seguiremos con eso en estos días.
Hace bien que volvamos a recordar que estamos en la Cuaresma, que nuestros corazones se tienen que ir orientando a la Semana Santa, la fiesta central de nuestra fe, a la Pascua. Todos caminamos hacia allá, para poder morir y resucitar con Cristo, para volver a revivir místicamente, se dice, con nuestra propia vida la salvación que él nos vino a regalar. Para eso es lindo que hoy escuchemos las palabras de Jesús en Algo del Evangelio al enfermo: «Levántate, toma tu camilla y camina». ¡Levantémonos, tomemos nuestra camilla y empecemos a caminar! ¿Qué es nuestra camilla? Por ahí estamos enfermos desde hace muchísimos años, del corazón, una enfermedad espiritual. Por ahí arrastramos un rencor hace un tiempo. Por ahí no podemos dejar ese vicio que nos domina de hace tanto. Por ahí andamos en nuestro mundo materialista y consumista desde que tenemos memoria, pensando que ese es nuestro progreso y felicidad. Por ahí tenemos una enfermedad corporal; estamos postrados con un cáncer, una diabetes, alguna enfermedad que nos hace tanto mal, algo que no nos deja caminar bien. Por ahí vivimos en nuestro mundo interior y nuestro egoísmo y no nos damos cuenta, que nuestra familia nos necesita y que el mundo alrededor se cae a pedazos, y nosotros no nos damos cuenta porque seguimos enojándonos por tonteras, por cosas que no tienen sentido.
¿Quién de nosotros entonces puede decir hoy que está absolutamente sano, que no necesita levantarse y dejar la camilla de lado? Acordémonos que estos milagros de la vida de Jesús son también signos para nosotros, signos de nuestra peor enfermedad que es el pecado, el amor propio que nos tiene tirados desde hace tanto tiempo y que no nos hace sensibles al amor de los demás y al dolor también de los demás.
Este pobre hombre no tenía quien lo acerque a la pileta en donde supuestamente decían que se iba a curar. Nadie se compadecía de él, salvo Jesús. Ahora, el milagro también muestra algo más importante: ¿Qué es lo que lo cura finalmente? ¿El agua de la pileta o el amor de Jesús? Digo esto porque hoy uno escucha a veces tantas cosas, tantas alternativas de curaciones: curanderos, sanadores, videntes, cursos de una cosa, del otro, el médico de acá, el médico de allá, tantas propuestas de sanación interior. Y Jesús… y Jesús… Él está siempre a nuestro lado y quiere curarnos. ¿Qué nos pasa que a veces no acudimos a Él? Es entendible que ante el dolor y la desesperación uno busque todo lo que está al alcance de la mano, pero al mismo tiempo también es inentendible que, teniendo a Jesús, que es el médico del alma, busquemos cosas tan pequeñas y que además muchas veces nos sacan bastante dinero.
Jesús hoy nos dice a todos: ¿Querés curarte? ¿Querés salir de esa enfermedad en la que te metiste sin querer y no poder salir, o esa enfermedad que te sobrevino y no podés liberarte?

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Algo del Evangelio

https://www.youtube.com/watch?v=n4ICJosO4Ng&ab_channel=AlgodelEvangelio

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Algo del Evangelio

Lunes 31 de marzo + IV Lunes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 4, 43-54

Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.
Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.
Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen.»
El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera.»
«Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús.
El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. «Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre», le respondieron.
El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Y entonces creyó él y toda su familia.
Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Palabra del Señor.

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