El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org Cualquier testimonio o consulta escribir a algodelevangelio@gmail.com
Comentario a Mateo 13, 10-17:
Cuando andamos como Martas en la vida, cuando andamos haciendo cosas por hacer, sin frenarnos a reflexionar por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo, terminamos viviendo la vida a los “ponchazos” como se dice en Argentina. A los tumbos. Por ahí muy bien, por ahí con mucha eficiencia, siendo muy capaces, pero sin profundidad. Es fácil ser Marta. Es más fácil hacer sin frenar, que frenar, sentarse como María y hacer lo que Jesús nos dice que tenemos que hacer. Jesús habla siempre, la semilla está viva siempre, aunque de afuera parezca muerta. Jesús habla siempre y siembra siempre. Él es el sembrador que salió y sale a sembrar todos los días. Los corazones-Marías son los corazones llenos de ganas de escuchar esa Palabra y hacerla crecer. No están mirando alrededor para ver quien hace esto o lo otro, sino que disfrutan con lo que tienen y Jesús les da.
¿Cómo siembra Jesús? De mil maneras. Pero creo que es lindo pensar que lo que producen los audios con el Evangelio de cada día, en tu celular, en tu computadora, es como una especie de siembra virtual. Algunos audios con el evangelio caen sobre el camino y los “pájaros” de las redes sociales se comen la semilla de la Palabra; otros audios caen en celulares “pedregosos”, que están en manos y corazones que no tienen profundidad y viven de acá para allá sin pensar ni discernir nada, son corazones Marta; otros audios con el evangelio caen en celulares llenos de otras cosas, cargados con muchas preocupaciones, con la “memoria” llena de fotos, videos, que lo único que logran es ahogar a la Palabra que quiere crecer.
Y de alguna manera hoy la Palabra que escuchamos tiene que ver con lo que estamos diciendo porque hoy Jesús habla de: "ellos" y de "ustedes; "ellos" son los que han creído que sabían todo, los soberbios, los que oían, pero no comprendían... ¿por qué?, porque pensaban que comprendían entonces con esa actitud no podía penetrar ni dar fruto la Palabra. Al decir "ellos", Jesús se refiere seguramente a los fariseos a los que están cerrados de corazón, y son aquellos a los que se les va a quitar todo —algún día cuando vuelva Jesús— se les quitará todo aún lo poco que tenían. Cuando llegue Jesús no tendrán nada porque sus oídos estaban cerrados.
Y cuando Jesús habla de "ustedes" se refiere a sus discípulos, son a los que Jesús les habla con confianza porque ellos si buscan saber, comprender la Palabra en su corazón y quieren meterse en el corazón de Jesús.
Pero al mismo tiempo hoy Jesús nos muestra que su enseñanza a través de parábolas nos revela que no quiere explicar todo de golpe. No quiere darnos todo "masticado", por eso no lo explica todo; más bien nos anima a que nosotros "mastiquemos" la Palabra, a hacer nuestro propio trabajo, quiere que nos animemos a recorrer nuestro propio camino, porque hay que "hacerse pequeño" para empezar a comprender las cosas del Reino de Dios. Y así a través de la escucha de la Palabra y de irla asimilando vamos viendo como sus enseñanzas rompen contra nuestra mentalidad, contra nuestra cultura, contra las cosas que pensamos o nos enseñaron, y así la Palabra de Dios va metiéndose en nuestras vidas de a poquito; esa es la idea para que así surjan en nosotros cosas inimaginables.
Los niños nos enseñan mucho porque ellos escuchan sin saber y descubren lo obvio que a veces es lo esencial. Por eso hay que "hacernos como niños" para recibir la Palabra de Dios. Volvé a escuchar esto, a meditar; porque no se puede penetrar en los misterios del Reino si no se abre el corazón y se hace un esfuerzo.
Que hoy sea un día en el que de alguna manera puedas descubrir que Dios te habla en todas las cosas.
www.algodelevangelio.org.
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
La Palabra está ahí, lista para ser sembrada y dar fruto. Nosotros somos tierra, nosotros para ser tierra en serio, tenemos que ser «Marías», tenemos que intentar hacer crecer la «María» del corazón. En la medida que no escuchamos somos camino duro, somos tierra pedregosa, o tierra sucia llena de espinas. ¿Nos damos cuenta por qué es necesario ser como María al mismo tiempo que Marta? ¿Nos damos cuenta del por qué Jesús alabó a María y corrigió a Marta? María eligió lo único necesario, la mejor parte. Escuchar a Jesús cuando lo tuvo enfrente. Nosotros tenemos que aprender a elegir. Cada día tenemos que volver a elegir lo mejor. A cada instante tenemos que volver a elegir escuchar a Jesús o escuchar la Marta del corazón o la Marta de afuera que siempre intenta sacarnos de los pies de Jesús, para hacernos creer que por hacer muchas cosas estaremos mejor.
Ojalá que la palabra de cada día nos vaya amasando la tierra-corazón, para que María sea la que le enseñe a la Marta de nuestro corazón, que no vale la pena correr y hacer, sino escuchar y escuchar al Maestro para después hacer.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Miércoles, 23 de julio + XVI Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!».
Palabra del Señor.
Él está parado al lado nuestro y no nos damos cuenta porque a veces estamos mirando para abajo y las lágrimas no nos dejan ver. La angustia y la tristeza no nos dejan darnos cuenta o nuestra soberbia no nos deja ver, porque nos estamos mirando a nosotros mismos.
Levantemos la cabeza y dejemos que Jesús nos hable. Él le dijo: «¡María!», y fue en ese momento cuando ella lo reconoció. Solo cuando escuchamos que Jesús nos llama por nuestro nombre, será que podremos reconocerlo. Dejemos que hoy nos llame por nuestro nombre en el silencio del corazón. Imaginemos la situación. Si estamos tristes, vayamos corriendo a un sagrario. Vayamos corriendo y encontremos a Jesús que está también en los pobres, en un necesitado, en un pariente, en un familiar que no está bien, en tu papá, tu mamá o tus hermanos. Llamemos a aquel que está enfermo. Corramos y salgamos del encierro. Levantemos la cabeza y dejemos que Jesús nos hable, y vamos a experimentar que nuestro llanto se convertirá en gozo.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Martes 22 de julio + Fiesta de Santa María Magdalena + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 1-2.11-18
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.» Jesús le dijo: «¡María!» Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!» Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes".» María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
Palabra del Señor.
Lunes, 21 de julio + XVI Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 38-42
Algunos escribas y fariseos le dijeron a Jesús: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo».
Él les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón».
Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 10, 38-42:
El domingo es el día del Señor, acordémonos que domingo significa «día del Señor», un día para estar como María a los pies de Jesús escuchando sus palabras. Para eso es el domingo, para frenar un poco, para dejar de «agitarnos» por tantas cosas, para dejar de ser un poco «Martas», al menos por un momento; para dejar de inquietarnos por tantas cosas que son buenas y nos hacen bien, pero muchas veces nos hacen perder el foco de nuestra atención y nos hacen olvidar lo verdaderamente necesario.
Es una imagen bellísima la de Algo del Evangelio de hoy: un pueblo, una casa, la invitación de una mujer –Marta a Jesús– para que estuviera en su hogar, María que «aprovecha» la situación de esta invitación y se sienta a los pies de Jesús para escucharlo. Mientras tanto, Marta que no para de trabajar, que no para de hacer cosas, va de aquí para allá, seguramente con deseos de servir a su Maestro; y la otra –María– que escucha.
Todo un cúmulo de signos en esta situación, y Jesús como siempre que enseña. Aprovecha esta ocasión para ilustrarnos con una enseñanza que nos tiene que quedar grabada en el corazón. Jesús enseña con su vida, enseña también con la vida, con lo que le pasa alrededor. Él es el Maestro que no necesita tiza, ni pizarrón, es el Maestro que no necesita presentaciones de Power Point, o videos para llamar la atención. Jesús es el Maestro que cautiva el corazón de aquellos que lo escuchan; es el verdadero Maestro, por eso nos enseña. Y termina dándole una «lección» a Marta, no la trata mal ni la crítica, simplemente –de alguna manera– Jesús se lamenta por ella y para que se dé cuenta: «Marta, Marta, te inquietas por tantas cosas, y sin embargo, hay una sola que es necesaria. María eligió la mejor parte».
Qué bueno que hoy para nosotros podamos decir: «¡Quiero aprender a elegir, quiero aprender a decidirme por lo mejor!, porque tantas veces he perdido el tiempo haciendo tantas cosas, y sin embargo, tengo que volver a escuchar a Jesús que me dice: “Dejá de inquietarte por tantas cosas. ¿No aprendiste en la vida que finalmente la inquietud no te llevó a nada? ¿No aprendiste que al final de cuentas esa inquietud te la terminé solucionando Yo, te la terminó solucionando el tiempo, o el tiempo te fue demostrando que no era tan necesaria como pensabas?”».
¿Cuántas veces andamos como Marta? ¿Cuántas veces parece que ser como María es «perder el tiempo»? ¿Cuántas veces el mundo se burla de nosotros porque parece que «estar a los pies de Jesús» no es necesario? Entendiendo que estar a los pies de Jesús es un símbolo de rezar, de adorar, de tomarse un tiempo de silencio, de escuchar su palabra, leerla, puede ser no hacer lo que el mundo piensa que tenemos que hacer. Sin embargo, «estar a los pies de Jesús», pero para escucharlo, es lo más necesario; en definitiva, Jesús no desprecia la «actividad», no está despreciando a Marta por lo que hace; lo que le quiere enseñar es que haciendo cosas no tiene que olvidarse de lo más importante, que aun haciendo cosas tenía que hacerlo escuchándolo a él, que aun sirviéndolo tenía que haberlo escuchado primero a él.
Marta invita a Jesús a su casa y termina poniéndose a trabajar. ¿Cuántas veces nosotros también hacemos lo mismo? Queremos abrirle el corazón a Dios, y le hemos abierto el corazón para que entre a nuestra vida: teniendo algún servicio, alguna actividad comunitaria, solidaria, caritativa de la Iglesia; y sin embargo, sin querer, lo dejamos de escuchar. Si estamos sirviendo a Dios y lo dejamos de escuchar, es porque en el fondo no lo estamos sirviendo, nos estamos sirviendo a nosotros mismos, estamos sirviendo a nuestros caprichos y por eso terminamos quejándonos y podemos quejarnos como Marta de la actitud de María, que en el fondo fue la más inteligente y la de corazón más grande.
Qué bueno que hoy en este domingo podamos aprovechar para serenarnos un poco y decirnos a nosotros mismos: «Rodrigo, Rodrigo, te inquietas por tantas cosas».
¡Vos y yo somos Iglesia!, acordate.
No podemos echar las culpas afuera, no podemos decir que la Iglesia hizo esto, que la Iglesia hace lo otro; y vos, ¿qué haces?, y yo, ¿qué hago? No sirve criticar a la Iglesia porque, en definitiva, nos criticamos a nosotros mismos. Si nos olvidamos que somos enviados y que él nos envió de dos en dos, en definitiva, nos estamos sintiendo fuera de la Iglesia, y la Iglesia es nuestra familia. Dios quiera que el Señor nos conceda hoy esa gracia a todos, vivir un día lleno de misericordia sintiéndonos enviados por Jesús, a hacer lo mismo que él, a curar, a sanar, a liberar a los que están oprimidos, angustiados, tristes, a los que no se dan cuenta cuánto nos ama Dios y cuánto necesita de cada uno de nosotros.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Sábado 19 de julio + XV Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 14-21
En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.
Palabra del Señor.
«Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes». Estas palabras vuelven a resonar en mi corazón y en el de tantos miembros de la Iglesia de la Misericordia. Quiero que resuenen, es el día para que resuenen. Somos la Iglesia de Jesucristo y Jesucristo es Misericordia, por eso somos y debemos actuar, como la Iglesia de la Misericordia. Imaginá si todos saliéramos hoy a buscar a alguien que se alejó por culpa nuestra, por falta de misericordia. Ojalá, y Dios lo quiere, ojalá que vayamos a buscar entre todos, y a todos los que alejamos por no «saber» lo que es la misericordia. Como los fariseos de esa época nos puede pasar, porque la historia se repite, que, por no comprender la Palabra de Dios, por no comprender lo que es misericordia, hayamos condenado a muchos inocentes. Jesús nos libre de eso. El día que comprendamos lo que es la misericordia nos morderemos la lengua antes de hablar de otros, nos martillaríamos la cabeza antes de juzgar con el pensamiento, nos arrancaríamos el corazón antes de sentenciar sentimientos ajenos. A veces necesitamos que Jesús nos mande al jardín de infantes, al kinder, como dicen en otros lugares y aprendamos lo más básico de nuestra fe, lo más esencial del Evangelio, que por ser lo más esencial, lo dejamos olvidado en un cajón o en el fondo del corazón, sin querer o queriendo. «Jesús, paciente y humilde de corazón, seguí teniéndonos paciencia, somos duros y soberbios, no terminamos de entender que muchas veces tus palabras son las que nos dan vida. Jesús tenenos un día más de paciencia, por favor, no permitas que juzguemos a nadie, si juzgamos, perdonamos una vez más para que podamos cambiar ».
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Viernes, 18 de julio + XV Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 1-8
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado».
Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado».
Palabra del Señor.
__Comentario a Mateo 11, 28-30:_
El samaritano se hizo prójimo al hombre asaltado y golpeado, se hizo «próximo» del hombre medio muerto. Todo lo demás es de algún modo accesorio, nuestra fe, nuestra vida y por lo que nos juzgarán, será en definitiva eso, nuestra capacidad de hacernos próximos a los que sufren. ¿Alguien puede decir que no tiene frente a sus narices un corazón al que pueda socorrer? ¿Alguien de nosotros puede decir que no tiene la capacidad de ser un buen samaritano?
Te propongo detenernos en tres momentos de algo del Evangelio de hoy, tan cortito, pero tan sustancioso; no importa que sea corto, acordémonos que «una palabra del Señor bastará para sanarnos», la Palabra de Dios es viva y eficaz, siempre que la escuchamos con amor y apertura. Con solo escuchar una palabra que el Señor nos quiera decir, Él puede tocar nuestro corazón para siempre y ayudarnos a caminar en este día, incluso durante toda la vida, porque su palabra nos traviesa el alma y jamás queda sin dar fruto cuando la deseamos, cuando buscamos su salvación.
Primero Jesús dice que vayamos a Él: «Vengan a mí». Nos invita ir hacia Él, nos invita a darnos cuenta que de alguna manera todos tenemos aflicciones y agobios; por eso el punto de partida para ir a Jesús, es sentirse necesitado, sentirse con alguna aflicción o un agobio, es aceptar en definitiva nuestra debilidad. Esto no quiere decir que tenemos que «buscar» sufrir, por supuesto, los sufrimientos están ahí, buscados o no, pero al mismo tiempo, debemos darnos cuenta que todos tenemos de alguna manera un sufrimiento que nos molesta en el alma. Esto que parece obvio, no lo es, porque hay en nuestro corazón una parte, un «ventrículo», por utilizar una imagen, que se resiste a la debilidad, hay algo en nosotros que no quiere reconocer la fragilidad, y lo que es peor, la tapa o la niega. A esto se le suma la cultura en la que vivimos, una cultura superficial que se goza por decir que «todo está bien», que vivimos solo para disfrutar, que la felicidad se alcanza por una búsqueda incansable de satisfacciones inmediatas y por supuesto, negando todo sufrimiento. Por estos días parece que es posible tapar todo, desean que anestesiemos de los problemas, que no nos demos cuenta; y nosotros somos parte de esta realidad, también nos «subimos» al tren del «pare de sufrir», al tren de evitar todo sacrificio y esfuerzo. Sin embargo… ¿Qué hombre puede decir que en algún momento de su vida evitará toda aflicción, todo agobio? ¿Qué cultura a lo largo del tiempo logró suprimir el sufrimiento humano? Es verdad que progresamos muchísimo en palear los dolores físicos de modos innumerables, en disminuir los sufrimientos que nos aquejan, pero ninguna cultura, ningún progreso científico logrará eliminarlos totalmente, porque en definitiva el mayor sufrimiento es el del corazón y que incluso nos hace a veces doler el cuerpo, y ese sufrimiento es la falta de amor, es no amarnos como debemos, es amarnos mal entre nosotros, es herirnos por no amarnos bien. Por ahí vos estás sufriendo en algún sentido, tal vez la pérdida de alguien, estás sufriendo tus propias debilidades, tus propios pecados, o el agobio de tu trabajo, de tu estudio, o te cuestan muchísimo las cosas, no encontrás salida a lo que buscás, no podés experimentar el amor de Dios, sufrís la falta de amor de tus hijos, de tu esposo o esposa, por ahí sufrís un error viejo que te marcó para siempre, las injusticias de los que te rodean, y así podemos enumerar infinidad de sufrimientos.
Sin embargo, Dios se manifiesta, pone el deseo en el corazón de personas y hace que nos saltemos a veces todos los pasos. Porque si alguien desea recibir y conocer más a Cristo, recibiendo el Espíritu Santo, ¿por qué impedirlo tanto? ¿Por qué poner tantas trabas? Es verdad que tenemos que conocer a Jesús, pero si la confirmación es la fuerza para conocerlo, ¿por qué damos tantas vueltas?
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque revelaste estas cosas a pequeños, a los perdidos del mundo, a los que nadie tiene en cuenta... Y me las has revelado a mí».
Y nos la revela a nosotros si estamos atentos, estate atento a los pequeños, a aquellos que nadie tiene en cuenta, a los sencillos, a los pobres de corazón y a los pobres materialmente; porque ellos tienen mucha sabiduría en el corazón para enseñarnos.
Ojalá que aprendamos de algo del Evangelio, del Evangelio también que se vive cada día si estamos atentos, del que vemos a cada paso; y ojalá nunca seamos «sabios y prudentes» que pongamos trabas a los demás para acercarse al Padre, que no seamos la «aduana» de la Iglesia, sino que seamos, al contrario, canal vivo, instrumento vivo de la gracia de Dios que no para de manifestarse en este mundo, especialmente en los más pequeños.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Miércoles, 16 de julio + XV Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-27
Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 11, 20-24:
El doctor de la Ley que le preguntó a Jesús qué era lo que tenía que hacer para heredar la Vida eterna, en realidad, sabía perfectamente lo que tenía que hacer, solo intentaba poner a prueba a Jesús, para ver qué le contestaba, pero en el fondo, jamás pensó que el Maestro iba a responderle con una parábola para dejarlo «boquiabierto», fue demasiada sabiduría para un doctor de este mundo, para alguien que se creía sabio pero que, en definitiva, no lo era y que terminó siendo puesto en evidencia. La parábola del buen samaritano fue, para el doctor de la Ley y es para nosotros, un cachetazo a la hipocresía religiosa, a la falsa idea de una religiosidad fría y sin corazón, que es capaz, bajo apariencia de bien, de olvidarse de lo más esencial de la ley de Dios, del deseo de un Padre que quiere que tengamos compasión los unos por los otros. Sin compasión por el que sufre no hay religiosidad posible, en el fondo, no hay verdadera «ligazón» al creador, no hay enlace con el Dios de amor que predicamos y decimos amar. Eso intentó mostrar Jesús con esta maravillosa parábola que escuchamos el domingo pasado. El samaritano, esa clase de hombre que era despreciada por los judíos de esa época, fue el único que tuvo compasión. Lo mismo puede pasar hoy y pasa, muchas personas que, incluso dicen no creer, o no son cercanos a la Iglesia, pueden comportarse con más compasión por el que sufre, que muchos de nosotros, los cristianos, y eso es para pensar y también hacer un mea culpa.
Resulta raro y difícil escuchar de labios de Jesús un reproche, un reto, un enojo. Sin embargo, los hay en los Evangelios y no lo podemos ocultar y callar, Jesús lo hizo y sería de necios esquivar estas palabras de algo de Evangelio de hoy. ¿Qué hacemos como predicadores, los que nos toca vivir de la prédica? ¿Me pongo a hablar de otra cosa? No. Preferimos hablar de lo que Jesús nos dice hoy a todos. Porque no hay peor cosa que al escuchar el Evangelio, andar pensando que se refiere a otros, andar buscando a quien le cabe bien lo que hoy dice Jesús.
Al mismo tiempo, como decíamos ayer, no todo se comprende en el momento, la paciencia es necesaria en toda dimensión de la vida, y mucho más en el camino de la fe, donde lentamente vamos siendo enseñados por el Maestro divino, que es Jesús. Por eso, tranquilos. Estemos en paz. Como dice la misma Palabra de Dios en la Carta a los Hebreos: «Dios, en cambio, nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad. Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella» (Hb. 12, 10-11). ¿A quién le gusta ser corregido, a quién le alegra ser corregido? Solo al que alcanzó una sabiduría y santidad que le permiten descubrir en todo, la voluntad de Dios. Nosotros, simples cristianos que andamos luchando día a día la santidad, no podemos decir lo mismo, me parece.
Nos cuesta ser corregidos y mucho más a veces por Jesús, no solo porque toda corrección molesta, sino porque muchas veces tenemos una imagen desdibujada de él, una especie de hombre buenazo sin fuerza que habló solo de un amor sentimental y de la paz, olvidándonos de las otras dimensiones del amor, que también es el NO, la corrección, la lucha interior y exterior, el sufrimiento y tantas cosas más. Jesús ama plenamente y por eso nos quiere enseñar a amar plenamente. Ayer nos exigía un amor por encima de nuestra familia. Jesús nos ama incondicionalmente y por eso tiene todo «el derecho» de entristecerse y reprocharnos nuestra falta de amor como lo hizo con estas ciudades, Corozaín, Betsaida y Cafarnaún, que nos representan a todos nosotros, que vivimos llenos de dones, que recibimos tantas gracias y milagros en nuestra vida.
Jueves 24 de julio + XVI Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 13, 1-9:
Mientras Marta, vos y yo, corremos de acá para allá pensando que por correr y hacer más cosas, más trabajos, Jesús se va a sentir mejor o nos amará más, o como seguro pensó ella en su interior, iba a amarlo más y mejor; María, estaba sentada a los pies de Jesús, convencida de que lo mejor que podía hacer en ese momento, era aprovechar su presencia, eligiendo lo que su corazón le dictaba como lo mejor, aunque seguro tenía mil cosas por hacer. ¿Cuántas veces experimentamos que por correr y correr, haciendo mil cosas a la vez no da fruto, si nosotros no estamos bien con nosotros mismos y con Jesús, si al mismo tiempo no estamos conectados, por decirlo de algún modo, con nuestro corazón? ¿Cuántas veces experimentamos que estando a los pies de Jesús, todo se acomoda, todo se detiene, aunque el mundo se esté viniendo abajo? Marta y María eran hermanas, vivían en la misma casa. María no se enojó con Marta por el hecho de que ella estaba haciendo mil cosas, en vez de estar con Jesús, no se molestó con ella porque no estaba aprovechando la presencia del Maestro. En cambio, Marta sí se enojó con María porque ella parecía que no estaba haciendo lo que tenía que hacer, o lo que ella consideraba que su hermana tenía que hacer.
Marta y María conviven en la misma casa de nuestro corazón, ese mismo que a veces vive una lucha interior. Hay algo que nos dice, a veces, que frenar para reflexionar, que rezar más tiempo, que olvidarse de todo por un momento, que dedicar más horas a la adoración, hay algo que le dice a la Marta del corazón, a las Martas que corren a nuestro alrededor, que eso no vale la pena, que en realidad lo que vale la pena se ve y se puede medir, lo que vale la pena es el número, cuántos somos, cuántos me gusta tenemos, cuántos seguidores y tantas cosas más que le fascinan al corazón y al mundo. Pero también hay algo que nos dice a veces: ¡Es necesario frenar! ¿No nos damos cuenta que tenemos a Jesús en frente? ¿No nos damos cuenta que, si no nos arrojamos a los pies de Jesús a disfrutar, al fin de cuentas, no vamos a disfrutar nada? ¿No terminamos de convencernos que lo que se ve no es todo, al contrario, es mucho más grande y duradero lo que no se ve? El modo Marta está de moda en este mundo y en la Iglesia también. El mundo aplaude a las «Martas» y se ríe a veces de las «Marás». Hay católicos que incluso no entienden o desprecian a la «Marías», a los monjes y monjas que dedican su vida a la oración y al trabajo. No pueden entenderlo, les parece una pérdida de tiempo. Es verdad, es más atrayente ser un sacerdote que hace mil cosas y parece un gran «hacedor» de todo, que ser un sacerdote que además reza y reza por sus fieles. Es más tentador ser un laico que sirve y sirve, que no para, que da limosna y limosna, que uno que anda queriendo ser más María, en silencio en medio del mundo, o dedicando también mucho tiempo a la oración personal. Es así. Pero en definitiva seremos buenos trabajadores del Señor, si sabemos ser Martas y Marías al mismo tiempo.
¿Queremos ser una buena Marta, ser trabajadores en serio por Jesús? Debemos ser una MARÍA con mayúscula. ¿Queremos ser una buena María? Escuchemos otra vez la parábola que acabamos de escuchar de algo del Evangelio de hoy. Debemos ser tierra fértil, tenemos que ser tierra de la buena, de la que recibe la Palabra, de la que le da un buen espacio de crecimiento, le quita las espinas, la abona y sabe esperar para ver el fruto a su debido tiempo. Ésta es la dinámica de la Palabra de Dios en nuestra vida, es como la de la semilla y la tierra. Es un ejemplo tan gráfico y sencillo, que a veces nos parece un cuentito que no dice mucho, y no vale la pena explicar, pero es así de profunda. La semilla tiene todo para crecer, todo lo necesario, todo su potencial. La Palabra es así, lo que escuchamos día a día tiene toda la Verdad, toda la Vida, todo el Camino por delante para ayudarnos a crecer, y ser felices y dar buenos pasos en nuestra santidad. La semilla es la perfecta creación de Dios, algo que ningún científico puede imitar, ni crear.
Sigue el canal de Algo del Evangelio en WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VaFUKDr6xCSO6U0pPb1R
Читать полностью…Comentario a Juan 20, 1-2. 11-18:
Hoy es el día de santa María Magdalena. Celebramos su fiesta, la recordamos y le damos gracias a Dios Padre por las maravillas que obró en ella, considerada ahora en la Iglesia como un apóstol, como tantos santos a lo largo y ancho de la historia de la humanidad de la Iglesia. Esta gran mujer que aparece en los evangelios y de la cual, en realidad, mucho no se sabe. Los estudiosos difieren un poco sobre su identidad, no saben bien cuál es, en realidad –digo la verdad– no importa tanto. Algunos dicen que era la «pecadora» que aparece en el Evangelio de Lucas. Otros, «María Magdalena», la misma que acabamos de escuchar, que aparece en el Evangelio de Juan, también de Lucas. Otros, que es «María de Betania». Vuelvo a decir, no importa demasiado, porque no solo creemos en lo escrito, sino en la tradición oral de la Iglesia primitiva. Lo importante es que la historia de María Magdalena nos recuerda una verdad fundamental de nuestra fe. ¿Cuál?, te preguntarás. Los discípulos de Cristo somos débiles, no santos de un día para el otro. Somos elegidos para ser santos, pero no porque ya lo seamos. El discípulo, vos y yo, estamos en el camino, siguiéndolo, y solo es verdadero seguidor de Jesús quien tiene una verdadera experiencia de la debilidad humana, del pecado, de la necesidad que tenemos de ser salvados. Esta mujer era una pecadora —según el Evangelio— pero tuvo la humildad de pedir ayuda y de ser curada por el mismo Jesús y terminó siguiéndolo de cerca hasta el final, hasta el Calvario, como acabamos de escuchar en Algo del Evangelio de hoy.
Ella fue la primera en ir a buscar al Señor al sepulcro, pensando que lo encontraría muerto, como hubiese pensado cualquiera de nosotros. Ella fue la que se encontró con esta gran sorpresa de que el sepulcro estaba vacío; y, en ese instante, la llamó por detrás, sin que ella supiera que se trataba de él. María corrió a buscar al Señor a un lugar de muerte. Sin embargo, ella también levantó la cabeza cuando él la llamó. María dejó que Jesús le hable al corazón y la llame por su nombre. Esas son las tres cosas que te propongo para que meditemos de la escena que acabamos de escuchar, esta sencilla pero gran catequesis de lo que significa encontrarse con nuestro Salvador en medio de este mundo que no nos ayuda a reconocerlo, por nuestras tristezas y cerrazones, por estar rodeados a veces de muertes e de injusticias. Eso le pasó a María. No lo reconocía, a pesar de que lo tenía al lado. ¿Por qué? Porque estaba llorando, porque estaba mirándose a sí misma, porque estaba triste, porque era imposible pensar que había pasado algo tan grande. Parecía imposible semejante milagro. ¿Cómo es posible a veces pensar que en este mundo en el que estamos viviendo, Jesús esté presente, a pesar de ver tanto mal alrededor? En medio de este mundo en donde tantas veces andamos llenos de tristezas, de angustias por las pérdidas de nuestros seres queridos. Estamos tristes porque no nos salen las cosas como hubiésemos pensado, estamos tristes porque a veces hacemos muchas cosas, pero sin sentido, sin corazón o sin ver los frutos. Bueno, ¡corramos, corramos como María, temprano al sepulcro! ¡Corramos y vayamos a buscar a Jesús que siempre está, aunque no lo podamos ver con nuestros ojos! Hoy va a estar en tu trabajo, va a estar en el grupo de tu parroquia, va a estar en tus lugares concretos donde te toca estar, en tu universidad, en el colegio; va a estar en lo que vas a hacer hoy; ¡va a estar!, pero debemos correr con ese amor que tenía María. ¿Te diste cuenta cómo corrió María? Temprano a la mañana, fue la primera, porque lo amaba mucho. Ella fue la que más amaba, porque también fue a la que más se le perdonó.
Vos y yo también fuimos perdonados. Nosotros también podemos correr. Debemos correr. Levantemos la cabeza. Dejemos de llorar o, mejor dicho, lloremos si es necesario, pero levantemos la cabeza. Es legítimo llorar, podemos hacerlo, pero miremos a Jesús que nos está mirando.
Comentario a Mateo 12, 38-42:
Sería lindo que empecemos esta semana retomando una imagen del Evangelio de ayer, que es una maravilla, que atrae tanto y da para tanto, y la conservemos como hilo conductor de todas las reflexiones de estos días. Acordate que, para la escucha diaria de la Palabra de Dios, hace muy bien, acordarse de imágenes o podríamos decirlo al revés «no olvidar». Recordemos la imagen de ayer, «María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra». Esta es la imagen que quiero que conservemos en estos días. De Marta ya tenemos mucho, tenemos demasiado. Ayer a la salida de Misa, una vez una joven me dijo: «Padre, la Misa de hoy fue para mí, parecía que era para mí (se refería a la Palabra, por supuesto), yo soy muy Marta». Me reí y le dije: «No te preocupes, que todos somos un poco Marta, nadie se salva de esa Marta que llevamos en el corazón». Pero por eso, no nos quedemos solo con Marta, sino con María. Estemos esta semana a los pies de Jesús, como actitud interior, como deseo del corazón. Escuchemos su Palabra, no demos tantas vueltas, dejemos un poco lo que tenemos que hacer, no busquemos excusas. «Porque una sola cosa es necesaria». Aprendamos a elegir la mejor parte, aprendamos a elegir todos los días lo mejor, lo que nos hace bien, lo que más nos acerca a Jesús, lo que más nos acerca a los demás, lo que más nos acerca a nosotros mismos. No esperemos a estar mal para darnos cuenta que hay «una sola cosa necesaria», no esperemos a estar a las corridas andando por todos lados casi sin un sentido para darnos cuenta que solo hay una cosa necesaria, solo hay una cosa que nos da sentido pleno.
No seamos como los fariseos que viendo tanto y todo, todo lo cuestionaban, todo lo criticaban. No seamos como los fariseos de algo del Evangelio de hoy, que viendo milagros piden más. ¿Es posible tanta cerrazón, tanta dureza y tanta insatisfacción? Sí, es posible. Es posible ser así de cerrado, es posible no ver lo que todos están viendo, es posible vivir en tu propio mundo y no ver más allá. Todo es posible en este mundo y en la condición de debilidad en la que nos encontramos y vivimos. Este tipo de personas abundan en la tierra. También abundan en la Iglesia. Podemos ser vos y yo. Nosotros los católicos podemos ser los fariseos de ahora. Podemos ser parte de este estilo de personas, «de esta generación», que no se conforma con nada y como cree que tiene todo, nunca le alcanza nada. En cambio, aquel que sabe que le falta mucho, todo lo que recibe le alcanza. ¡Qué lindo es encontrar personas que no reclaman nada! Que aprenden a vivir con lo que tienen y Dios les dio. Y no me refiero a lo material, sino a los bienes espirituales. Son las personas que saben amar, porque saben recibir lo que el otro le puede dar, que no siempre es lo que hubiese querido recibir. En cambio, el fariseo, el fariseísmo, busca siempre más, pero justamente porque no valora lo que tiene, no se dan cuenta de lo que tiene. Lo tiene a Jesús y pretende algo más todavía. Es la ceguera de la soberbia. Jesús se enoja con ellos. No le gusta este pedido innecesario.
Y nosotros hoy ¿qué andamos pidiendo? ¿Qué estamos reclamándole a Dios? ¿No será que ya nos dio bastante, pero nosotros por necios y quejosos, por andar como Martas por este mundo, todavía no nos damos cuenta?
Elijamos la mejor parte, la de María. El que sabe andar por la vida a los pies de Jesús y los demás, no pretendiendo que los otros estén a sus pies, es el que sabe amar y escuchar. Es el que no se queja, porque todo es oportunidad para escuchar y amar. Es el que no mira lo que no hace o debería hacer el otro, sino que es feliz con lo que él hace por amor a Jesús. Ahí está la diferencia. Que hoy cuando te encuentren otros, los que te vean, sientan que vale la pena «estar a los pies de Jesús», porque da serenidad para andar por la vida olvidándonos de lo que nos falta y disfrutando lo que ya tenemos.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Decí tu nombre, o también dejá que Jesús te lo diga a vos mismo: «¿Por qué te inquietas, por qué andas corriendo?, ¿qué necesidad tenés? ¿No te das cuenta que de un día para el otro tu vida puede terminar, puede llegar el final, a su mejor final que es encontrarte con Jesús? ¿Y vos crees que te va a preguntar cuántas cosas hiciste, o cuánto amaste, cuánto lo escuchaste? ¿O con cuánto amor hiciste lo que hiciste?
Ojalá que vivamos este día en familia, escuchando a Jesús, que no son dos cosas distintas. Se puede escuchar a Jesús haciendo lo que tenemos que hacer, amando a los que tenemos a nuestro alrededor. Se puede escuchar a Jesús en la actividad en medio del mundo, pero para eso necesitamos cada tanto decir: «Tengo que frenar, tengo que estar a tus pies».
Disfrutemos de la Palabra de Dios, la Palabra de Dios escuchada, transmitida en la Iglesia, que es la que nos alimenta cada día y nos ayuda a que no terminemos siendo «Martas» sin corazón.
¡Tengamos el corazón de María y las manos de Marta para ser unos verdaderos discípulos de Jesús!
Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Domingo 20 de julio + XVI Domingo durante el año (C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 12, 14-21:
¿Pensaste alguna vez o en estos días de escucha de la Palabra lo importante que es empezar el día escuchando la Palabra De Dios y lo que Dios tiene para decirnos? ¿Pensaste qué diferencia existe cuando uno empieza el día tratando de escuchar lo que él nos quiere decir? ¡Cómo te cambia!
Hoy es un día más que Dios nos regala, para poder escucharlo, para que algunos disfruten; también un poco de descanso. Otros tendrán que trabajar, pero disfrutando de las cosas que Dios Padre nos va a presentar, por eso tenemos que estar preparados para asombrarnos de su amor. Y para eso, como me dijeron una vez con una frase tan linda, «uno abre los oídos a quien primero abre el corazón». Entonces, para abrir nuestros oídos a Jesús y escucharlo verdaderamente, ¡abramos nuestro corazón!, ¡cambiemos de actitud! Démonos cuenta de la importancia que tiene escuchar a Dios Padre en su Palabra, manifestada en Jesús. «Quien no conoce las Escrituras desconoce a Cristo», decía san Jerónimo. Hay que conocer lo que él nos dice, de alguna manera, en la medida que uno pueda en sus posibilidades. Así que en eso estamos, vos y yo, y los miles que escuchan cada día la Palabra.
Por eso hoy escuchamos de Algo del Evangelio que continúa un poco con el de ayer, y simplemente quería remarcar dos actitudes: una la de los fariseos y la otra la de Jesús.
Los fariseos siguen en su empecinamiento, no se contentan con haber juzgado a Jesús, sino que ahora, dice el Evangelio, «buscan la forma de acabar con Jesús». Otras traducciones dicen de terminar con él, de eliminarlo, de matarlo en definitiva (que es finalmente lo que van a lograr). Eso quiere decir que, cuando no hay misericordia, terminamos de algún modo matando. Los fariseos terminan matando porque no tienen misericordia, no sienten lo que Jesús siente, no pueden empatizar con su amor. Acordémonos de lo que decía ayer: «Si hubiesen comprendido lo que significa misericordia y no sacrificios, no hubiesen condenado a los inocentes».
Nosotros también de algún modo matamos cuando no tenemos misericordia. No matamos a Jesús directamente, ni a los demás, no somos tan malos; pero ¿cuántas veces matamos en la forma de vivir, de pensar, de sentir?, ¿cuántas veces matamos con la mirada? Matamos a nuestra esposa, a nuestro marido, a nuestros hijos, a los que no nos caen bien cuando nos enojamos, a algún vecino, alguien que nos hizo algún mal, haciendo de algún modo esto, ¿no?, mirando, despreciando con nuestro corazón. ¿Cuántas veces matamos a nuestros hermanos, a nuestros hijos, pegando un portazo, yéndonos, no queriendo hablar? ¿Cuántas veces matamos cuando criticamos, juzgamos o incluso a veces caer en la calumnia?
Vamos matando la vida del corazón, vamos matando la vida que hay también en nosotros, y que él nos regala, la que Dios nos dio; que nos la dio para que la disfrutemos, no para que matemos a nadie. Por eso la falta de misericordia, en definitiva, mata. Te mata a vos, me mata a mí también, porque nos hace vivir tristes, si no tenemos esa misericordia en el corazón, si no miramos a los otros como Jesús los mira.
Y, por otro lado, la actitud de Jesús totalmente contraria. Él prefiere que no le digan lo que él hace, no quiere ser reconocido. El profeta Isaías anunciaba un Dios diferente: «No discutirá ni gritará y nadie oirá su voz en las plazas». No discute, a Dios no le gusta discutir. Dios propone, Dios nos propone, a vos y a mí. Hoy nos propone vivir en paz, vivir con misericordia. Eso es lo que nos propone Jesús día a día. Él no grita, no nos grita nunca y no quiere que gritemos a los demás, no quiere que nos gritemos entre nosotros; él quiere que hoy vivamos un día en paz. Por eso, no nos olvidemos de lo que venimos desmenuzando desde el Evangelio del domingo, en donde Jesús nos enviaba de dos en dos, para que hagamos lo mismo que él. En definitiva, ser cristiano es hacer eso, es hacer lo mismo que Jesús en la tierra, es ser otros «Cristos» en la tierra. Esa es la idea de fondo que nos acompañó en estos días.
Sigue el canal de Algo del Evangelio en WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VaFUKDr6xCSO6U0pPb1R
Читать полностью…Comentario a Mateo 12, 1-8:
Me pregunto a veces ¿Qué hacemos en la Iglesia para olvidamos de ser buenos samaritanos? ¿Qué hacemos que olvidamos que por lo único que seremos juzgados es por el amor, por la compasión que pudimos tener y sembrar en los demás? La misión de la Iglesia, la tuya y la mía, es la de vivir como Jesús, hacer lo mismo que Él, con nuestro modo, con nuestro carisma, con nuestra forma de ser, pero lo mismo que Él. La Iglesia no tiene otra razón de ser que la de continuar su obra en el mundo, predicar, sanar por medio de los sacramentos y amar con su mismo amor, como Él nos amó. Esa es la razón de la existencia de cualquier comunidad cristiana, de cualquier movimiento o congregación, de cualquier grupo, y estamos para eso, todos, desde el papa hasta el último de los cristianos. Nunca debemos perder este horizonte, no nos puede pasar lo del sacerdote y el levita del Evangelio del domingo que pasaron de largo, siguieron su camino y se olvidaron de que el culto a Dios es necesario, pero cuando redunda en amor concreto hacia los demás, cuando no nos quita o anestesia la compasión que debemos tener, por los más descartados de la sociedad.
Me surgen algunas preguntas que nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra tarea en la Iglesia, sobre el modo de evangelizar. ¿No será que en vez de darle a los que vienen a buscarnos, o a los que buscamos para ayudar, lo que necesitan, muchas veces les damos lo que nosotros creemos que es mejor, sin percibir sus búsquedas? ¿No será que por darle algo, los privamos del mejor tesoro que podemos darle, que es el mismo amor de Jesús, que es darnos a nosotros mismos? Es para cuestionarse. ¿No será que muchas veces estamos «adentro» de las cuatro paredes de los templos tan apoltronados, tan cómodos de estar con Jesús, que no tenemos sensibilidad para saber que cada persona es un mundo y es distinta, y a cada una hay que amarla y escucharla como si fuera la única? Que Jesús nos siga ayudando para convertirnos, para comportarnos como buenos samaritanos, haciéndonos prójimos de los que más necesitan.
Dice algo del Evangelio de hoy: «Yo quiero misericordia y no sacrificios» ... Si comprendiéramos lo que significa esto, no condenaríamos ni para un lado ni para el otro. Creo que esto es a lo que hoy nos quiere decir Jesús: ¡Cuidado con el fariseísmo que nos hace olvidar de lo esencial! El fariseísmo es un virus escondido que de alguna todo tenemos todos. El fariseísmo me parece que puede tomar dos formas: por un lado, la «rigidez» que es el que más conocemos, el que más difundido está, el más criticado, como cuando critican al tradicionalismo; pero también llamaría yo el «cualquierismo», que es el que más se manifiesta en el progresismo, aquellos que creen que cambiarlo todo por si mismo es mejor, porque de las dos formas podemos caer en el fariseísmo, como digo yo; o sea, en esa actitud de estar buscando como decimos a veces «la quinta pata al gato», buscando qué criticar, buscando qué ver en el otro, en los demás, qué ver en mi familia, qué ver en la Iglesia, en ese u otro sacerdote, en esto que se hizo o en lo que no se hizo. Ese fariseísmo nos puede llevar —como dije recién— a la «rigidez» de plantarse en una posición, de criticar, de juzgar continuamente; de mirar toda la realidad con mis anteojos y pensar que todo tiene que ser como yo pienso.
Jesús hoy calla a los fariseos de una manera admirable, les enseña a leer bien la Palabra de Dios; porque también la Palabra de Dios se puede interpretar para donde queremos, la puedo usar para mi propio provecho. De la Palabra de Dios puede salir cualquier cosa, si no sabemos interpretarla. Y el «cualquierismo» es esa actitud, de pensar que da lo mismo todo, y finalmente la ley parece no importar, pero soy «mi propia ley», yo armo «mi propia ley», es lo que yo pienso que se tiene que hacer y todo lo que se hizo antes era peor, se hace de la manera que a mí me parece, sin respetar que estamos en una comunidad con su historia.
Bueno, vayamos a Jesús; él nos dice: «Vengan a mí que yo los aliviaré», y ese ir a Jesús es buscarlo en su Palabra, en esto que estamos haciendo de escuchar su Palabra; es buscarlo también en la Eucaristía obviamente; buscarlo en la oración, en alguien que nos escuche y que sea instrumento del Padre, es buscarlo entregándose en algún servicio, es ofrecer cada actividad del día, es perdonar al que nos ofendió, es entregarse a una causa noble, es dejar de quejarnos y ponernos a trabajar, es mirar para adelante y no revolver el pasado, es vivir el presente con lo que se tiene, es confiar el futuro a su providencia. Ir a Jesús, ir hacia él; eso es lo que nos tiene que quedar hoy en el corazón.
El segundo tema que podemos reflexionar, es que el Señor nos invita a «aprender» de Él: «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón», paciente y humilde de corazón; esa es la gran virtud que el Señor nos invita a imitar de su propia vida. Aprender de su humildad, aprender de la humildad que nos impide creernos que podemos dominarlo todo y podemos controlarlo todo, eso nos alivia; aprender de su paciencia que nos ayuda a no enojarnos continuamente contra la realidad, entonces eso nos alivia y no nos aflige. La paciencia y la humildad son las virtudes que nos ayudan a encontrar alivio. Busquemos el alivio de Jesús; pero el alivio que también implica que nosotros hagamos algo, yo tengo que hacer algo, no puedo esperar que el alivio venga de arriba únicamente; tengo que ser paciente y humilde de corazón.
Porque — y ahí viene el tercer tema— «su yugo es suave y su carga liviana». Él nos propone no agobiarnos con más problemas o cargas que tenemos que llevar, sino al contrario; nos propone una carga «distinta», no la carga que me invento yo por mis propias exigencias, esa carga que me pesa porque yo soy el que armo mi propia vida; sino la carga que me pone Él, que en definitiva es la carga de la paciencia y de la humildad. Ser paciente y humilde es un yugo, es algo que tenemos que cargar sobre nosotros y hacer un esfuerzo para alcanzarla, pero al mismo tiempo, es lo que nos da alivio. Nos da la paz. Solo el paciente y humilde tiene paz. Es la sabiduría de saber que todo está en sus manos.
Bueno... Ojalá que este día podamos sentirnos aliviados de nuestros agobios y sufrimientos, buscando descanso en Él, buscándolo solo Él.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Jueves 17 de julio + XV Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 28-30
Jesús tomó la palabra y dijo:
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 11, 25-27:
Creo que son muchísimas las veces que te he dicho esto, que te he comentado que el Evangelio también se comprende con la misma vida, que a veces las situaciones de cada día, lo que nos toca vivir y contemplar a lo largo de nuestro día, nos puede ayudar a comprender la Palabra de Dios. Muchas veces lo que leemos en la Palabra escrita nos ayuda a comprender la propia vida. Es así que tenemos que andar siempre atentos; la Palabra de Dios no solo está escrita en la Biblia, sino que está escrita en los corazones de aquellos que creen y la viven, está escrita en la creación, está escrita en lo que nos pasa y Dios permite que pase, porque todo fue hecho por él y para él, todo fue hecho por medio de la Palabra, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios que se encarnó por nosotros. Y por eso hoy te invito a que digas conmigo: «Te alabo Padre del cielo, Señor del cielo y de la tierra; porque has revelado estas cosas a los pequeños y se las has ocultado a los sabios y prudentes». ¡Sí, es verdad!, hay que estar atentos y descubrir cómo a veces los pequeños del mundo, los que a veces no son tenidos en cuenta, los que a veces nadie da nada por ellos, son los que más nos muestran la presencia de Dios en este mundo; en cambio, aquellos que creen que se las saben todas, no importa su condición social o raza, pero aquellos que se creen «sabios y prudentes», son en donde menos se puede manifestar Dios. Y en la medida en que nos hacemos pequeños, Dios se hace grande en nosotros, y cuando nos hacemos grandes, nos creemos los grandes; Dios no quiere manifestarse.
Y me pasó algo una vez que me confirma esto y me lleno de alegría, y me hace bien volver a recordarlo. Me acuerdo que una vez se acercó una adolescente de una parroquia donde yo estaba que por diversas circunstancias había tenido que dejar su preparación a la confirmación, y estaba triste porque en realidad en sus 15 años había tenido que salir a trabajar para ayudar a su abuela. No tenía ni padre ni madre, vivía con su abuela pero ella deseaba ayudarla, por supuesto, y también quería recibir la confirmación; pero tuvo que dejar su preparación y se acercó a mí para pedirme ayuda... Yo le dije: «¿Te querés confirmar?». «¡Sí!», me dijo. “¿Y por qué te querés confirmar?». «Padre, -me dijo- ¡yo deseo con todo mi corazón recibir la confirmación, conocer más a Jesús! ¡Quiero conocerlo más!».
Ella solamente estaba bautizada, me sorprendió; solamente bautizada y mirá con qué claridad y con qué sencillez me decía algo que cualquiera de nosotros lo desearía para su corazón: «Quiero conocer a Jesús, padre, quiero más... Yo a veces voy a la confirmación a prepararme, pero siento que es poco, yo quiero leer más la Palabra; padre, ¡yo no entiendo cómo las personas no se dan cuenta la fuerza que tiene la Palabra y cómo transforma los corazones!». Yo me quedaba mirándola y no podía creer lo que estaba escuchando; le decía: «¿De dónde sacás todo eso?, ¿cómo tenés eso tan lindo en el corazón?». «No sé, padre, yo quiero más, yo no quiero que la confirmación sea para mí algo más..., quiero que se transforme en lo más importante de mi vida, y por eso me bajé una aplicación y trato de leer la Biblia todos los días». ¿Les digo la verdad? ¡No salía de mi asombro!, y en ese momento le dije: «Lo que me estás diciendo me alegra el corazón, me estás haciendo emocionar», y al mismo tiempo lloraba, y a mí se me caía un lagrimón, como se dice.
¡Que increíble!, que una chica sencilla de un barrio perdido en el Gran Buenos Aires, un lugar al que nadie le da importancia, que incluso socialmente es tenido por menos, esta chica «pequeña», pequeña para el mundo, solamente con el bautismo tenía una claridad para desear la gracia de Dios mucho más grande de la que yo imaginaba y de la que uno puede tener. ¡Qué necios somos a veces en la Iglesia cuando nos cansamos de poner trabas, cuando hacemos de Jesús una especie de curso de teología! Y nosotros muchas veces ponemos trabas, impedimos.
¿Estás seguro de que el reproche de Jesús no es como una caricia al alma? ¿No pensás que el reproche de Jesús se puede trasformar en una palabra al oído, llena de paciencia, una palabra de ánimo para que, de una vez por todas amemos y hagamos lo que Él desea de nosotros? ¿Alguna vez no les reprochaste a tus hijos la falta de amor? ¿Alguna vez como hijo, no te diste cuenta que amaste muy poco a tus padres en comparación con lo que ellos te amaron? Si sos adulto, ¿No te pasó alguna vez que se te cayó la cara de vergüenza al ver todo el amor que tantos seres queridos te dieron y darte cuenta lo poco que lo hemos correspondido? A mí sí, muchas veces. Jesús nos ama infinitamente más de lo que podemos imaginar. Qué lindo que es pensar que nos puede reprochar con amor y dolor. No nos demos el lujo de enojarnos. Pobre Jesús. Tanto amor hacia nosotros y tan poco correspondido. ¡Pobre Jesús! ¡Si por lo menos hoy, vos y yo, hiciéramos algo más para demostrarle nuestro amor, aunque parezca poco! ¡Si por lo menos en este día hiciéramos lo posible para no ofendernos o entristecernos, por una corrección de amor! ¡Si por lo menos hoy aprendiéramos de las correcciones que nos ayudan a crecer!
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
**Martes ,15 de julio + XV Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 20-24*P*
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».
Palabra del Señor.