El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org Cualquier testimonio o consulta escribir a algodelevangelio@gmail.com
algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Domingo 6 de julio + XIV Domingo durante el año(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
Palabra del Señor.
Si aprendemos a mirar la cima, la cumbre del lugar donde tenemos que subir, de la santidad, nuestro corazón aspira siempre a cosas más grandes. Si aspiramos a amar a Jesús sobre todas las cosas, nada nos resultará imposible en esta vida. No solo nuestra vida se colmará, nuestro corazón de inflamará de amor hacia él, sino que, además, podremos amar más a los demás y la cruz se hará más llevadera. Desde ahí podemos entender que Jesús nos diga: «El que no carga con su cruz, no es digno de mí». «El que no carga con la cruz y el deseo de amar, de entregarse cada día, no es digno de mí, porque yo me entregué por cada ser humano, por cada hombre de esta tierra; yo me entregué por amor, sin nada a cambio. Yo te amé primero, y si yo te amé primero, tenés que amarme primero, antes que a todas las cosas de la tierra». El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor, y mediante esto salvar el alma. Salvarnos, vivir distinto en esta tierra para llegar un día a vivir eternamente en el cielo. Eso estuvimos de alguna manera de profundizar en esta semana. Jesús nos pide, nos invita, nos exige que podamos amarlo más que a todas las cosas. Solo así podremos ser plenamente felices acá en la tierra.
Читать полностью…Sábado 5 de julio + XIII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 14-17
Se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?».
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!».
Palabra del Señor.
¿No te pasa que alguna vez te enojaste con los que son buenos con otros que parece que no se lo merecen? ¿No te enojaste alguna vez con tu padre o tu madre porque fue bueno o buena con alguno de tus hermanos que vos considerabas que no lo necesitaba? ¿No te creíste alguna vez con derecho a juzgar qué es lo que tiene o debería hacer tu padre o tu madre o alguna autoridad para con otros? ¿No te enojaste en tu trabajo porque tu jefe quiso ser generoso con otro que vos pensaste que no lo merecía? ¿No te pasó que alguna vez juzgaste a Dios, por esto o por lo otro? ¿Por qué esto o porque lo otro? ¿No nos pasa eso con Dios a nosotros también, eso de decirle lo que tiene que hacer casi como si fuéramos los jueces del mundo? Vayamos hoy, te propongo, a aprender la lección que nos deja Jesús, es para todos, para vos, para mí, para los sacerdotes, para los laicos, para todos: “Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” Podríamos imaginar que al final de la vida, Jesús nos preguntará cara a cara: ¿Aprendiste lo que te dije, aprendiste lo que significa ser misericordioso y no juzgar antes de tiempo? ¿Entendiste lo que te dije o seguís creyendo que tenés razón?
Vayamos hoy juntos a aprender esta lección. Vamos juntos a aprender lo que significa la misericordia. Estemos atentos, se aprende de muchas maneras, en cada momento. ¡Qué lindo que es ver y sentir que, a Jesús, se le acercan los enfermos, los más necesitados y que solo Él, los recibe como se lo merecen! ¡Qué lindo sería que nos sintamos invitados a la mesa del Señor, que jamás nos creamos sanos del todo!
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Viernes 4 de julio + XIII Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 9-13
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: « ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 20, 24-29:
Siempre hay que volver a empezar. De una manera u otra es necesario volver a confiar en lo que alguna vez nos hizo bien y nos marcó el camino y, por el olvido, por el cansancio, por la rutina nos hemos olvidado, lo hemos dejado en el camino. Siempre podemos volver a hacerlo. Es algo fundamental en nuestra vida, nuestra vida de fe. Una fiesta de un apóstol, de este gran apóstol, es una buena oportunidad para pensar en esto, porque ellos fueron de carne y hueso, como vos y yo. No te olvides. También lucharon, también tuvieron que volver a empezar una y otra vez, volver a confiar. Volvieron a levantarse una y mil veces después de equivocarse, después de dudar, de perder el ánimo y el sentido de lo que estaban haciendo. A Tomás también le pasó lo mismo.
No sé en qué momento o etapa de tu vida espiritual o de fe estás pero siempre es bueno volver a escuchar esto que nos hace bien a todos. «Señor, que no nos cansemos de volver a empezar, que no nos cansemos de volver a escuchar tu Palabra, estas palabras que jamás nos pueden hacer mal. Aunque a veces parezca que no nos producen nada en el corazón, siempre darán su fruto. Jesús, que no nos cansemos, que no creamos que ya está todo dicho, que nunca creamos que con lo que vimos o experimentamos no hace falta nada más, que ya tenemos todo resuelto». Estés en el momento en que estés, de mucho consuelo, alegría y fervor, o bien desconsuelo, tristeza y aridez, es bueno que te acuerdes que, llegado el momento, habrá que volver a empezar, volver a confiar y creer, volver a elegir. Si empezás este día lleno de fervor, aprovechá, aprovechá el viento a favor, como se dice, aprovechá la bajada y escuchá más. No te relajes. Disfrutá más, sacale «todo el jugo» a lo que Dios te está diciendo. Si, por el contrario, estás en un momento donde parece que nada te dice nada, bueno, no bajes los brazos, seguí escuchando. Poné el audio 10 veces más si es necesario. Leé más la Palabra, andá frente a un Sagrario, al Santísimo. ¡No te canses! Es solo un momento. Es solo una tormenta pasajera. Es como una nube que está tapando el sol mientras estabas «tomando sol», mientras disfrutabas de esos rayitos lindos que te hacían bien. La sombra ya va a pasar, el sol está siempre.
Todos experimentamos, tarde o temprano, de una manera u otra, la pesadez, por decir así, la carga de esta vida. Esa carga que se vuelve linda cuando apostamos siempre a lo mejor, cuando descansamos en el corazón de Jesús, que siempre quiere aligerar nuestras cargas para hacer de nuestra vida algo más lindo. ¿No te anima el escuchar estas palabras de Algo del Evangelio de hoy: «¡Felices los que creen sin haber visto!». Es feliz el que cree sin estar buscando pruebas físicas de la presencia de Jesús. Vos y yo seremos felices, hoy y mañana, si dejamos de lado esa gran tentación de seguir buscando el porqué y el porqué de tantos porqués que alguna vez ya le habíamos encontrado el porqué. ¡Qué trabalenguas! ¿A qué me refiero? Tomás, el apóstol del cual celebramos hoy la fiesta, cometió el gran error de desafiar a Jesús y desafiar a sus amigos en los cuales debería haber confiado, a los cuales debería haber creído, porque lo conocían, porque lo amaban y no podían haberle hecho un chiste de tan mal gusto con algo tan sensible, con el amor de su Amigo.
Seguramente a cualquiera de nosotros nos hubiera pasado lo mismo en esa situación. Por eso, no vamos a criticar al pobre Tomás, pero su incredulidad se transforma para nosotros en oportunidad para aprender qué es la fe, a confiar y creer en esta realidad de que Jesús está vivo realmente entre nosotros. Aunque no veamos a Jesús con nuestros ojos, el testimonio de que otros lo hayan visto debería bastarnos para creer, el testimonio del cambio de sus vidas. Y, de hecho, nos basta para creer, porque ni vos ni yo lo vimos pero vos y yo creemos. Hoy somos millones los que creemos en Jesús y lo fueron a lo largo de la historia. Sin embargo, solo unos pocos lo vieron con sus propios ojos y lo tocaron con sus manos.
✨ En el mes aniversario de Algo del Evangelio, compartinos un video con tu testimonio sobre cómo la Palabra de Dios, impactó en tu vida. Leé la consigna en esta publicación. Bendiciones! 🙏
https://youtube.com/shorts/uOrr-jTVb8U?si=0BSHU6mjEffREQHN
Comentario a Mateo 8, 28-34:
Es fácil decir que tenemos que amar «más» a Jesús. Es fácil decir que amamos a Dios sobre todas las cosas, es fácil porque son solo palabras, pero en realidad lo difícil, lo verdadero, es que esto se haga realidad, que no sea solo de la boca para afuera. «No son los que me dicen “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en los cielos». Cuando Jesús nos pide que lo amemos más, obviamente nos está pidiendo un amor efectivo y afectivo, un amor con acciones y de corazón. ¿Cómo debe darse esto en la vida personal de cada uno de nosotros? Bueno, no hay un manual, eso es lo que cada uno de nosotros debe rezar cada día y discernir. El deseo de Jesús es que lo amemos más y ese más, ese plus que nos pide es el que dependerá de la elección de vida de cada uno, de su familia, de su trabajo, de su contexto, pero principalmente de su corazón, que es el motor de todas nuestras acciones.
Se puede amar más a Jesús siendo albañil, carpintero, ama de casa, empresario, deportista, pescador, empleado, estudiante, barrendero, vendedor, obrero, religioso, sacerdote; joven, adulto o anciano. ¿Dónde dice Jesús qué es lo que debemos ser en esta vida, qué profesión tener? Nos dijo que lo amemos más, pero no cómo. Por eso, esta invitación no es exclusiva para algunos, aunque algunos les guste hacerlo parecer así. Jesús se lo pide a todos los que quieran seguirlo, y la condición necesaria es querer, y querer que sea lo principal en nuestra vida, sabiendo que, si está Él, todo lo demás se acomodará, todo lo demás se dará por añadidura.
En algo del Evangelio de hoy, se nos da un indicio de lo que muchas veces pasa en este mundo: Dios es muy bueno, Jesús es un lindo y atrayente personaje hasta que «toca» algo que para el mundo tiene valor. Vamos a la escena de hoy en la que hay varios personajes. Por supuesto Jesús, los endemoniados, los demonios, los cuidadores y, finalmente, los pobladores de la ciudad. ¿Qué se esperaría ver cuando se escucha una buena noticia sobre el bien que se le hizo a unas personas? Lo lógico sería escuchar alegría y agradecimiento. Sin embargo, dice el Evangelio de hoy: «Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio». Sí, lo echaron de la ciudad, el sentido común nos indica que muy contentos con lo que había hecho no estaban. ¿Sabés cuál fue el problema? Los cerdos. La comida. En el fondo la pérdida económica. Dos personas liberadas de esos demonios no valían tanto como los cerdos que se ahogaron. ¿Te das cuenta? ¿Te parece muy extraño? No te creas, es más común de lo que imaginamos. Se da continuamente en las estructuras de este mundo, que privilegian el poder y el tener sobre las personas; se da en tu trabajo cuando eligen echarte por considerarte un número; se da cuando un empresario prefiere pagar menos a sus empleados para ganar más de lo que su vida le da para gastarla; se da cuando un empleado también no es honesto con lo suyo y prefiere quedarse con algo, robándole al de arriba; se da cuando se prefiere matar a miles de niños en los vientres en vez de enseñar que somos seres pensantes y hechos para amar; se da cuanto preferís no jugarte por nada y callarte, mientras tu voz podría hacer este mundo algo más justo; se da cuando en la Iglesia también se dan luchas de poder y se prefiere callar a unos para privilegios de otros.
Echamos a Jesús de nuestra «ciudad» cuando es incómodo, cuando su amor y su poder nos invitan a jugarnos por los que están fuera de la sociedad, como estos dos endemoniados; echamos a Jesús de nuestro corazón cuando preferimos amarlo menos y amar más unos billetes que nos darán un poquito de felicidad; echamos a Jesús de nuestra vida cuando vemos corrupción y somos cómplices por conservar nuestro lugar, olvidándonos que la corrupción mata a miles de personas; amamos menos a Jesús cuando por no «perder» nuestra posición dejamos que los demás se «ahoguen» en su posición, como decía san Alberto Hurtado.
Amar a Jesús más es concreto y real.
¿No será que Jesús a veces “se duerme” para que de nuestro corazón salga el deseo de despertarlo, o más bien para despertarnos a nosotros? ¿No será que Jesús deja que vengan las tormentas de la vida para que no nos olvidemos que Él es el dueño de la historia, de la creación, de la Iglesia, de nuestra vida y que “sin Él nada podemos hacer”? ¿No será que a veces es necesario experimentar que nos hundimos para que recordemos que somos frágiles, necesitados y que cuando nos olvidamos de esto nos hundimos? ¿No será que tenemos miedo porque somos hombres y mujeres de poca fe, como los discípulos? ¿No será que tenemos poca fe porque nos creemos que somos los capitanes de nuestra vida, que es el barco? ¿No será que muchas veces solo nos acordamos de Jesús en medio de las tormentas?
Si andamos en medio de una tormenta de la vida, en medio de la oscuridad, pensando que Jesús no está, que todo es una mentira, que en realidad Él no se hizo cargo de nuestros problemas, que se durmió cuando más lo necesitábamos, alcemos nuestro grito al cielo. Gritemos y vayamos a despertar a Jesús. Aunque Él no lo necesite, lo necesitamos nosotros. Vos y yo tenemos que aprender a pedir ayuda y no esperar a que el barco se hunda para que los demás sepan lo que nos pasa. La vida es linda, pero difícil, hay tormentas. No es de poco hombre o mujer gritarle a Jesús que nos salve, “Señor sálvanos que nos hundimos”, es de fuertes. Es fuerte el que se reconoce débil y es verdaderamente débil, el que jamás se reconoce frágil. Si todavía no pasaste por tormentas, no te olvides de esta escena cuando te toque. En tiempos de tormentas se aconseja no tomar decisiones, no cambiar lo decidido. El tiempo de tormenta es tiempo de crecimiento, tiempo de prueba, pero es tiempo de fe, de confiar, de saber que tarde o temprano todo pasará, y aparecerá Jesús para calmar las aguas que nos atemorizan.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Martes 1 de julio + XIII Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 23-27
Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!»
El les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?»
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 8, 18-22:
Buen día, espero que empieces una linda semana. Pidámosle al Señor en el comienzo de esta semana, que podamos vivirla como siempre, de la mano de Él, escuchando su palabra; siempre es mejor caminar escuchando la palabra del Señor; que andar por la vida corriendo sin saber para dónde vamos, incluso pensando que sabemos para dónde vamos, pero, en definitiva, los días avanzan y muchas veces no terminamos de encontrar el sentido a tantas cosas que hacemos; aunque sean tan buenas como nosotros consideramos. Eso te propongo que podamos pedirle al Señor, que su palabra dé sentido y dirección a nuestra vida, parafraseando la imagen que utilizó el Señor en el Evangelio: poner la mano en el arado y no mirar hacia atrás, mirar hacia adelante fijando nuestro corazón en lo que vendrá. Mirar este día que tenemos por delante, no sabemos lo que pasará mañana; sabemos que hoy Dios Padre nos presenta una nueva oportunidad para amar, una nueva oportunidad para apostar otra vez a hacer bien lo que hacemos cada día, para hacerlo con amor.
Y yendo a algo del Evangelio de hoy, lo primero que podemos decir es que hay algo que no tenemos que perder de vista nunca. Hay premisas, por decirlo así, fundamentos del ser cristiano, del Evangelio que no tenemos que perder de vista nunca y tienen que ver también con lo que Jesús nos dice en otros textos de la palabra de Dios: «El que quiera seguirme... ».
También, san Pablo decía que nosotros fuimos llamados para vivir en libertad, pero que tenemos que procurar que esa libertad no sea un pretexto para satisfacer nuestros deseos carnales. El Señor nos llamó a la libertad, Él quiere que queramos, Él quiere que salga de nuestro corazón el deseo de seguirlo, no quiere ser una exigencia vacía, una exigencia debería ser que brote de nuestro corazón; por eso si no tenemos en cuenta esto de las «exigencias evangélicas», la propuesta de seguir a Jesús parece totalmente descabellada, parecen propuestas exageradas. ¿Cómo es posible que el Señor exija tanto? Bueno, el Señor exige, en realidad, al que quiere, al que se anima a más, y, tomando la imagen de la semana pasada, «al que quiere subir la montaña», al que quiere llegar a la cima; Él nos invita: ¿Querés? ¿Querés seguirme? Bueno, si querés seguirme Yo te cuento cómo es, si querés seguirme te cuento que los zorros y las aves tienen sus lugares; pero Yo como Hijo de Dios vine al mundo y fui rechazado, no me tuvieron en cuenta, no me comprendieron, no tuve un lugar donde cobijar mi corazón. Esto es como si nos dijera: Bueno, si querés seguirme no pienses que seguirme a Mí es tener un lugar de comodidades, tanto afectivas como materiales; seguirme a Mí es estar a la intemperie, es estar a veces bajo el sol, bajo la lluvia de las cosas que nos pasan en este mundo y no todo será como nosotros a veces pretendemos. Pero esa entrega finalmente nos dará la felicidad en la medida que aceptamos esta exigencia de Jesús, pero si lo hacemos con libertad, eso es lo fundamental, la libertad para elegir.
Bautizando a un niño de casi diez años, una vez le decía a él y a la gente: «Ser bautizado, o bautizarse con conciencia, es decirle a Jesús: Te seguiré a donde vayas. ¿Querés decirle eso a Jesús? ¿Te animás a seguirlo a donde Él te lleve?», le pregunté. Esto nos sirve a todos, especialmente a los que sabemos qué implica seguirlo.
Imaginemos la situación: «Señor, te quiero seguir a donde vayas», podemos decirle, y Él nos contesta... -Bueno, Yo te cuento un poco cómo es. No pensemos que la vida cristiana es todo como nosotros creemos. Y esta frase que parece tan dura también que dice hoy: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». ¿A qué se refiere? Se refiere en realidad a que no tenemos que dilatar el llamado; si nos decidimos seguir a Jesús, si nos decidimos a amarlo, a llevar una vida de oración, a fortalecer nuestra vida espiritual, a tener un apostolado, a hacer silenciosamente todo lo posible para amarlo; entonces no tenemos que tardar, no tenemos que decir: «Bueno...
Pongámonos en contexto: este centurión era un soldado romano, por lo tanto, no era del pueblo de Israel, no era de aquellos que se llenaban la boca diciendo que tenían fe en el único Dios verdadero, en el Dios del pueblo de Israel, en aquel Dios que los había salvado y que había prometido enviarles un Mesías. Nada que ver. Sin embargo, Jesús termina elogiándolo. Lo elogia a ese hombre que seguramente todos pensaban que no tenía fe. Sin embargo, Jesús dice: «No he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe». «No soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará». ¡Cuánto para aprender, Señor! Cuánto para aprender de este hombre sin fe para los ojos de los hombres, pero lleno de fe para los ojos de Jesús, para el corazón de Jesús que sabe ver donde nadie ve. Nunca juzguemos apresuradamente. Nunca juzguemos la fe de los demás. Nunca nos creamos tan seguros como para decir que tenemos fe. Señor, danos la gracia de sentirnos necesitados para que puedas tomar nuestras debilidades y cargarlas como quisiste cargar las debilidades y pecados de toda la humanidad. Señor, yo tampoco soy digno de que entres en mi casa, en mi casa-corazón, pero basta una palabra tuya, una palabra de Dios para que puedas sanarme, sanarme de tanta falta de amor, de tanta necesidad de amor que tengo y a veces no sé cómo saciarla.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Domingo 29 de junio + Solemnidad de San Pedro y San Pablo + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Palabra del Señor
Comentario a Mateo 8, 5-17:
Terminamos una semana más, una semana más escuchando la Palabra de Dios. Vuelvo a recordarte que no podemos dejar de pasar un día sin agradecer que estemos escuchando la Palabra de Dios en un mundo lleno de conflictos, sufrimientos, injusticias, guerras, dolores, tristezas, angustias. Tanta gente a nuestro alrededor que está sufriendo, tanta gente que en este momento por ahí está sola, triste, abandonada, que está muriendo sin que nadie pueda acompañarla. Tanta gente que está sufriendo el hambre, niños escapándose de la guerra, familias enteras teniéndose que ir de sus casas porque las están bombardeando. Y así podría hacer un audio entero mostrando o tratando de mostrar las calamidades que vivimos cada día, y que a veces a nosotros nos pasan muy de lejos, ¡pero no! Por ahí vos estarás diciendo: Yo también estoy sufriendo. Bueno, cuántos y cuántas personas que estarán escuchando este audio estarán sufriendo. Me han escrito a veces desde la cárcel, personas que están escuchando este audio en la cárcel, sufriendo la privación de su libertad, a veces incluso injustamente por las injusticias de este mundo que le encanta condenar y hacer justicia por mano propia. ¡Cuántas personas ahora están en su cama sufriendo, ancianos en geriátricos que también sé que a veces escuchan los audios! Bueno, qué lindo poder imaginar que somos una gran familia que está escuchando la Palabra de Dios. Pero vuelvo a la idea original…Agradezcamos, agradezcamos que tenemos el regalo de escuchar a Jesús que quiere animarnos, que quiere levantarnos y hacernos encontrar el sentido de la vida, darnos cuenta para qué vinimos a este mundo: para amar y ser amados, para entregarnos, para dejar de vivir en la rutina tantas veces, dejar de hacer siempre lo mismo casi por inercia y darnos cuenta que estamos hechos para más, para contemplar la bondad de Dios en un mundo que a veces parece que se cae a pedazos, pero el Reino de Dios crece y crece silenciosamente. Bueno, levantemos la cabeza, ánimo que tenemos todavía mucho por caminar hasta que Dios lo permita.
Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy. Podríamos decir que, en esta escena, en realidad un conjunto de escenas, Jesús se la pasó curando, se la pasó sanando: primero, a ese sirviente que estaba enfermo de parálisis y sufría terriblemente; después, a la suegra de Pedro y, finalmente, al atardecer, también, a muchos endemoniados.
Jesús sanó, curó y expulsó demonios, lo mismo que quiere seguir haciendo en este día en tu corazón y el mío. Porque vos y yo, también, estamos enfermos y sufrimos a veces terriblemente de muchas maneras. Sufrimos las consecuencias de nuestras debilidades, sufrimos las consecuencias de la falta de amor y un mundo que no sabe amar, hosco de amor, a veces, austero de amor. Un mundo que no quiere abrir su corazón de par en par y, bueno, tenemos que aceptar que nosotros también estamos en este mundo. Somos víctimas y también victimarios, hacemos sufrir a los otros por nuestra falta de amor.
Pero quería quedarme hoy con la figura de este centurión, de este hombre pagano, que no tenía la fe del pueblo de Israel. Pongámonos en contexto: este centurión era un soldado romano, por lo tanto, no era del pueblo de Israel, no era de aquellos que se llenaban la boca diciendo que tenían fe en el único Dios verdadero, en el Dios del pueblo de Israel, en aquel Dios que los había salvado y que había prometido enviarles un Mesías. Nada que ver. Sin embargo, Jesús termina elogiándolo. Lo elogia a ese hombre que seguramente todos pensaban que no tenía fe. Sin embargo, Jesús dice: «No he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe». «No soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará». ¡Cuánto para aprender, Señor! Cuánto para aprender de este hombre sin fe para los ojos de los hombres, pero lleno de fe para los ojos de Jesús, para el corazón de Jesús que sabe ver donde nadie ve. Nunca juzguemos apresuradamente. Nunca juzguemos la fe de los demás. Nunca nos creamos tan seguros como para decir que tenemos fe.
Comentario Lucas 10, 1-12. 17-20:
En este domingo, que se nos regala otra vez, para contemplar, para meditar y rezar con la Palabra de Dios, Jesús decide enviar, no sólo a los Doce, a los más cercanos, sino que a setenta y dos discípulos más, y en ellos podríamos decir, que estamos simbolizados todos. En definitiva, entre tantas cosas para decir del texto de hoy, podríamos pensar que lo que nos quiere enseñar algo del Evangelio es que, todos somos enviados a anunciar lo que Jesús quiere decirle al mundo. Todos somos enviados, y estamos enviados a todos, a todos los rincones del mundo. Jesús te envía, me envía, nos envía. ¿Te acordás lo que nos decía los domingos anteriores? Había que renunciar a algo, había que tomar la cruz, había que querer, había que decir que queríamos seguirlo y era necesario dejar algunas cosas. No podemos seguirlo sin darnos cuenta que Él, es todo, todo lo que necesitamos para vivir en paz, para saciar nuestro corazón. Él es Todo en nuestra vida. Sólo el que descubre esto, puede lanzarse durante toda la vida, en el lugar que le toque, no importa a dónde sea, a decirle a todos que el Reino de Dios está cerca, que Dios Padre nos ama y nos necesita para amar.
Quiere decir que el Reino de Dios está en nosotros, en nuestro corazón, si vivimos como hijos de Dios, si somos obedientes a su voluntad y nos consideramos y vivimos como hermanos. Por eso hay que ir de a dos, por eso se evangeliza con otros, amando, no se puede andar solo por la vida, porque… ¿cómo vamos a mostrarle al mundo que lo importante es el amor, si no tenemos alguien a quien amar? Necesitamos andar con otros, para que el que nos escucha crea que se puede vivir como hermanos. Que es verdad, que no es solamente un cuento. ¿Es posible decir que el Reino de Dios está cerca si con los que tenemos cerca no nos comportamos como hermanos? Pensemos en nuestra parroquia, en tu grupo de oración, en tu movimiento, en tu familia. ¿Cómo podemos llevar paz, esta paz que Jesús nos envía llevar, si en realidad no tenemos paz entre nosotros? El mensaje es de paz, y la paz se lleva adentro, y la paz se transmite, se derrama sobre otros, se recibe de otros.
Podríamos preguntarnos entonces ¿Cómo tenemos que salir a llevar esta paz regalada? Tenemos que salir como estamos, como somos, sin muchas cosas, "así nomás", podríamos decir, sin "organizar tanto". "La evangelización se hace de rodillas" decía el Papa Francisco. Por eso, no es necesario llevar tanta cosa, tantos medios, tanto dinero. A veces en la Iglesia nos perdemos en la metodología, en las cosas que quisiéramos hacer, en los medios económicos. No es necesario poner tanto esfuerzo en lo que no es esencial. Si llevamos muchas cosas, si "organizamos" mucho, no le dejamos lugar a Él, para que sea Él el que toque los corazones ajenos y los nuestros. El andar con muchas cosas, con muchos planes, el estar preocupado por cómo va a salir, etc. es un signo de que todavía no descubrimos de que Él es todo, de que con Él tenemos todo y que de Él depende todo. Por eso Jesús nos envía así, sencillitos, a caminar y a instalarnos en las casas, en los corazones de los que nos reciban, y no angustiarnos por los que no nos reciben. A meternos en el corazón de la gente, y no a ir de casa en casa, como de vacaciones. Cara a cara. Individualmente, corazón a corazón.
Dice Jesús que digamos "que el Reino de Dios está cerca". Eso es, en definitiva, lo único importante. Tenemos que decir y vivir eso o, mejor dicho, tenemos que vivirlo y después decirlo. Debemos darnos cuenta que Él nos da la paz, que su amor es la paz, que su perdón es la paz y que eso es lo que necesitan las personas, eso es lo que necesita el mundo: Paz recibida y llevada por nosotros. Jesús nos ayuda a ser hijos como Él, para siempre. Cuando complicamos las cosas, con cosas, es porque todavía no entendimos lo profundo del mensaje. Señor: que podamos llevar esta paz, que podamos decirle al mundo, a nuestra familia, hoy, concretamente "que el Reino de Dios está cerca", que es posible vivir como hijos, y como hermanos.
www.
“¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!” dice algo del evangelio de hoy. ¿Qué significa esta comparación que utiliza Jesús? Antes que hacer la interpretación espiritual de lo que nos dice, nos ayuda a comprender saber a qué se refiere literalmente, y nos ayudará a comprender la enseñanza profunda. Antiguamente, el vino nuevo o recién hecho se vertía en el odre y se dejaba reposando. El odre era una bolsa hecha de cuero, usualmente de cabra y se usaba especialmente para contener líquidos. A medida que el vino iba fermentando la bolsa de cuero se estiraba debido a la emisión de gas que producía el vino. Cuando el odre era viejo debido al uso, perdía su elasticidad y se ponía muy duro. Si a este odre tan endurecido que ya no estiraba más se le ponía vino nuevo, el resultado era que al fermentar el vino se reventaba el odre, perdiéndose así tanto el odre como el vino. Por eso los odres viejos solo podían utilizarse para guardar vino viejo y el vino nuevo debía guardarse en odres nuevos. Esto es lo que realmente pasaba en la realidad, lo que la gente usualmente y con sentido común hacía para conservar tanto el vino, como los odres. Es interesante ver como Jesús utiliza estos ejemplos concretos y cotidianos de la vida común de la gente de ese tiempo, que obviamente lo ayudaban a que lo entiendan. Ahora… ¿A qué se refiere Jesús con esta comparación, con esta parábola y con la del vestido viejo remendado? Ayuda a entender el por qué Él contesta de ésta manera, recordar la pregunta que le hacen anteriormente… «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?» ¿Por qué no hacen lo que hacemos nosotros? ¿Por qué no hacen lo que deben hacer? ¿Por qué no cumplen con la norma del ayuno? ¿Por qué se comportan de esa manera desobedeciendo a Dios? Sumé estas preguntas, a la de los discípulos de Juan, para ayudarnos a comprender el fondo del cuestionamiento, el por qué les molesta ver a los discípulos no haciendo lo que ellos creían que tenían que hacer. En el fondo, estaban convencidos de que no hacer ayuno, era no agradar a Dios, en el fondo pensaban que por “hacer cosas”, por “ofrecerle cosas” a Dios, estaban siendo agradables a sus ojos, algo muy normal también para nosotros, algo que nos pasó, nos pasa y nos puede pasar a todos, no es muy descabellado, es el gran error en el cuál todos los hombres de fe podemos caer. Es entendible y natural, por decirlo así, pensar de ese modo, un poco por lo que nos enseñaron, un poco también porque de alguna manera sentimos y pensamos que Dios estará “más contento” o nos amará más, si hacemos cosas que nosotros consideramos que le agradan. Sé que es un tema delicado el que estamos tocando, es peligroso siempre el caer en los extremos, sin embargo, hay que “andar” por la cornisa y animarse a pensar en esto. Por eso la respuesta de Jesús es iluminadora, como siempre, esclarece y muestra el camino: “A vino nuevo, odres nuevos” “Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo” Para entender el mensaje de Jesús, que es nuevo, como el vino y el pedazo de género, en este caso que el ayuno es una práctica lícita y hasta incluso necesaria, pero de un modo distinto, y no estando Él presente, es indispensable un corazón nuevo, un odre nuevo, y no un vestido viejo, un corazón que se puede romper por no soportar lo nuevo. Espero no estar confundiéndote, pero es algo en lo que debemos pensar. El que no cambia el corazón no puede comprender el mensaje del vino nuevo de Jesús, y hasta incluso se le hace insoportable llevándolo a que le pueda “estallar” el corazón de la incomprensión.
Por eso debemos pedir un corazón nuevo, un corazón capaz de aceptar la tensión entre lo que parece que no es y lo que es… la tensión de que es bueno y necesario ayunar, pero de un modo distinto, por amor, y con amor, para encontrarnos con el verdadero Amor que es el mismo Jesús.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
https://youtu.be/LOLro5MJ4-8?si=rq45OYKxye1dZlXy
Читать полностью…Comentario Mateo 9, 9-13:
Un himno de nuestra liturgia describe maravillosamente lo que de alguna manera quise transmitirte en estos días con respecto, a la presencia del Señor durante el día, y cómo es necesario al final del día repasar por el corazón sus manifestaciones, sus presencias, para que nuestro día no pase en vano, para que nuestra jornada no sea una jornada más. Vale la pena decirlo entero, vale la pena escucharlo todo: “Vengo, Señor, cansado, ¡cuánta fatiga van cargando mis hombros al fin del día! Dame tu fuerza y una caricia tuya para mis penas. Salí por la mañana entre los hombres, ¡y encontré tantos ricos que estaban pobres! La tierra llora, porque sin ti la vida es poca cosa. ¡Tantos hombres maltrechos, sin ilusiones!; en ti buscan asilo sus manos torpes. Tu amor amigo, todo tu santo fuego, para su frío. Yo roturé la tierra y puse trigo; tú diste el crecimiento para tus hijos. Así, en la tarde, con el cansancio a cuestas, te alabo, Padre. Quiero todos los días salir contigo, y volver a la tarde siendo tu amigo. Volver a casa y extenderte las manos, dándote gracias” Qué lindo que podamos decir cada día esto con el corazón, sabiendo que, si salimos de casa con Él, si nos dejamos acompañar por su amor, nada de lo que hagamos, nada de lo que nos pasó es en vano, al contrario, todo puede ser motivo de alabanza. Qué lindo que a pesar y con el cansancio encima, después de haber trabajado toda la jornada, después de habernos entregado en nuestras tareas cotidianas, después de haber hecho todo lo posible para amar, extendamos nuestras manos para entregarle todo, para que Él lo transforme, dándole gracias por todo y en todo.
De algo del evangelio de hoy, las palabras de Jesús de alguna manera nos corrigen, nos quieren ayudar a despertar el corazón en caso de que esté dormido. Hoy y siempre, sus palabras nos dan un sacudón, muchas veces es necesario, porque tendemos a adormecernos y a olvidarnos. No te creas que cada tanto no necesitamos un sacudón. Jesús sacudía a los fariseos y a los escribas muchísimo, aunque no todos quisieron escucharlo de corazón. También a nosotros nos puede pasar lo mismo. Él trataba de sacudir la soberbia que llevaban impregnada en el corazón, casi como una segunda naturaleza, pero no siempre podía, incluso se enojaban más. En realidad, no sabemos qué pasó con estos hombres, no sabemos si finalmente se convirtieron, solo se sabe de algunos como Nicodemo, pero sobre los demás, solo lo sabe el Padre. Lo que sí sabemos, que en general les gustaba pensar mal, les encantaba mirar mal, les encantaba entender todo mal. De hecho, Jesús en la escena de ayer les decía: “«¿Por qué piensan mal?” Sin embargo, a Él le encantaba, le encanta, me gusta decirlo así, ponerlos en “offside” como se dice en el futbol, dejarlos “fuera de juego”, en “posición adelantada”. Los dejaba fuera de juego; con gestos, con silencios, con retos, con miradas, con actitudes. Nunca pudieron ganarle. Porque Él siempre supo lo que pensaban y lo que querían hacer. Ellos pensaban que tenían todo bajo control, y en realidad, Jesús era dueño y Señor de sí mismo y de todas las situaciones. Se “hacía” el que perdía, pero siempre ganaba, pareció un fracasado, pero fue el único que ganó y nos ganó para el cielo, para la eternidad, con su misericordia.
¿Mirá si hoy Jesús nos deja a vos y a mí, en “offside”? ¿No nos vendría bien darnos cuenta que muchas veces, jugamos adelantados y nos creemos los dueños de la pelota? No está mal, creo yo, quedar “adelantados” cada tanto, nos ayuda a no olvidar que somos creaturas y que el juego, por decir así, no es nuestro, sino que es de Él, es el que manda y dirige.
¡Qué locura!, ¿no? ¿Te pusiste a pensar en eso alguna vez? ¿Cuántos corazones fueron y son felices en esta tierra por haber creído sin ver? Incontables. Está bueno que nos preguntemos todos: ¿soy feliz por creer sin ver o sigo desafiando a Jesús para que se me presente en vivo y en directo? ¿Somos felices de creer en alguien que jamás vimos pero que nos habla al corazón, que nos consuela como nadie, que nos guía en el silencio y que nos anima a no bajar nunca los brazos, que nos da la fuerza para amar cada día?
No sigamos buscando porqué a tantos porqués de nuestras vidas. ¿A qué me refiero? Me refiero a que ya está. Seguro que vos y yo ya sabemos que Jesús está, ya lo experimentamos. No le demos más vueltas. Los muchos porqués hay que dejarlos para la ciencia y son necesarios, pero ese es otro tema. Jesús está siempre en nuestra vida y que, está en miles de personas, nos dé hoy la fuerza para seguir creyendo y amando. Que nos ayude a seguir luchando para darnos cuenta de su presencia.
Todos podemos tener dudas. Todos pudimos desafiar alguna vez a Jesús como lo hizo Tomás, pero también todos podemos ser más confiados. Todos podemos dejar de cuestionar tanto. «En adelante no seamos incrédulos, sino hombres de fe». Hoy hablemos como Tomás y en algún Sagrario de este mundo, o si no, en el corazón, donde está Jesús, digámosle con fe y alegría: «¡Señor mío y Dios mío!» «¡Señor mío y Dios mío!».
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Jueves 3 de julio + Fiesta de Santo Tomás apóstol + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: « ¡Hemos visto al Señor!»
El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomas respondió: « ¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Palabra del Señor.
Se juega en las decisiones que tenemos que tomar hoy, en las decisiones que nos invitan a ser, antes que nada, justos. Estos endemoniados merecían otro lugar, otro trato, mucho más digno. Hay mucha gente en este mundo que merece otra cosa, y antes que ser buenos con ellos, antes que ser caritativos, tenemos que luchar para que reciban lo justo. Es fácil ser bueno y caritativo con lo que nos sobra y con lo que no es nuestro. Es fácil para el Estado hacer asistencialismo, o inclusión con el dinero que no es de ellos. Es fácil para la Iglesia a veces hacer caridad con dinero que no es de la Iglesia.Es fácil dar cosas para parecer «mejores» por dar algo. Lo difícil es ser justo. En este mundo, vos y yo, muchas veces nos sale ser buenos hasta que nos tocan el bolsillo. Y la fe, Jesús, su amor, tarde o temprano nos toca el bolsillo, para aprender a jugarnos por el bien, por la verdad y también por la justicia.
Amemos a Jesús no solo de palabra, sino con obras y de corazón. No hagamos como estos pobladores que por «amarretes», como decimos acá, echaron a Jesús de sus vidas y se perdieron lo mejor.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Miércoles 2 de julio + XIII Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 28-34
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?».
A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: «Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara». Él les dijo: «Vayan». Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 8, 23-27
Empezar el día escuchando la Palabra de Dios es dejarnos decir lo mejor que podemos escuchar al despertar cada día, cuando a veces lo rutinario se hace tedioso, se hace aburrido, se hace monótono. Empezar escuchando la palabra de Dios, es dejar que, antes que nada, Él nos diga: “Buen día, ¿cómo estás?” ¿A quién de nosotros le gusta o le hace bien que no lo saluden al comenzar el día? ¿En qué clase de familia se niega el saludo al verse por primera vez cuando despunta el alba? Me parece que, a nadie, no es sano no saludarse, no desearse un buen día. Bueno, podríamos pensar que Dios quiere lo mismo para nosotros, desea animarnos al empezar el día para que nos sintamos amados y acompañados. En realidad ¿sabés porqué nuestra vida a veces es siempre lo mismo, rutinaria? Porque no escuchamos a Dios, no escuchamos ni meditamos la Palabra de Dios. Jesús, como dice la misma Palabra es “el mismo ayer, hoy y siempre”, pero al mismo tiempo, es siempre nuevo, siempre actual y “hace nuevas todas las cosas”. Si vos y yo viviéramos cada día con la certeza de que Dios siempre tiene algo nuevo que decirnos, que Dios siempre tiene algo nuevo que sanar, que consolar, que animar, que resucitar, que corregir… ¿No crees que escucharlo sería siempre algo lindo, pero nuevo? Si la palabra que escuchamos a la mañana, o bien cuando podemos; ahora mientras viajás, mientras desayunás, mientras trabajás, y hacés lo posible para que permanezca en tu corazón, repitiéndola, recordándola, meditándola, vas a ver que siempre será nueva y sanante. Esta semana intentaremos reflexionar sobre la permanencia en el corazón de la Palabra de Dios durante el día. No puede quedarse solamente en un buen día, sino que necesita anidar y dar fruto.
Con respecto a algo del evangelio de hoy: Me pregunto: ¿Quién de nosotros no estuvo alguna vez en una tormenta? ¿Quién de nosotros no experimentó la sensación de que hay tormentas que parecen que no pasan jamás, donde todo se pone negro y parece que el cielo se viene abajo? Si actualmente una tormenta nos molesta a pesar de las comodidades con las cuáles, en general, todos vivimos… ¿Imaginamos lo que significaba una tormenta en los tiempos antiguos en donde todo era más precario y en donde faltaban tantas cosas que para nosotros son normales? Realmente una tormenta era un problema, y mucho más estando en el mar, donde todo es incontrolable e inestable. Pero al mismo tiempo… ¡Qué linda sensación experimentamos cuando las tormentas paran y todo empieza a aclararse, cuando las nubes empiezan a correrse y dejan ver el sol ¿Quién de nosotros no escuchó el famoso dicho “siempre que llovió paró? Las tormentas molestan, pero pasan, no son eternas. La oscuridad no es muy agradable, pero pasa, siempre amanece, siempre vuelve a salir el sol. Es bueno y necesario que utilicemos esta analogía, esta imagen que nos regala la palabra de Dios de hoy, para pensarlo en nuestra vida de fe, en nuestra vida espiritual que muchas veces pasa por tormentas duras y duraderas, tormentas difíciles en donde todo se pone negro, en donde parece que a Jesús no le importa porque está dormido.
Jesús viajando con nosotros también a veces se duerme, pero no está ausente. Hoy da la sensación que Jesús quiere enseñarles algo a sus amigos y a nosotros, a través de la experiencia de una tormenta en el mar, porque la vida también tiene mucho de esto, son inevitables, aunque no nos gusten.
, tengo que hacer una cosa antes, déjame que haga mi vida y después te sigo». Ese es el sentido de la frase: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». El Señor le dice: «Vení conmigo», vení conmigo porque si me amás a mí vas a amar mejor todas tus realidades: tu familia, tus amigos, tu trabajo, todo. Si el Señor está primero en nuestra vida todo lo demás vendrá por añadidura. Si el Señor está primero todo lo demás se ordena y se acomoda. Si el Señor está primero en nuestra vida vamos a amar de manera más pura y más sana todas nuestras realidades. Ojalá que este día la Palabra nos ayude a animarnos a seguir al Señor, si es que queremos, si queremos... eso es lo que pretende. «Si querés seguirme... seguime». Porque nuestra vida cristiana es una entrega en libertad, no una obligación, ni de imposición, sino por atracción.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Lunes 30 de junio + XIII Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 18-22
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas».
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre».
Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 16, 13-19:
En esta solemnidad tan importante de San Pedro y San Pablo en la que celebramos a estos dos grandes que representan las columnas de la Iglesia; te propongo que dejemos que Jesús nos haga la misma pregunta que les hizo cara a cara a los discípulos, porqué no dejar que en nuestra oración Jesús nos diga: "¿Quién dicen que soy?”, o ¿Quién soy para vos? ¿Quién crees que soy o quién pensás que soy?
Esta es una pregunta que todos nos tenemos que hacer en algún momento de la vida o volver a hacerla si es que ya nos la hicimos alguna vez.
Es la pregunta a la que respondió Pedro gracias a una revelación de lo alto. Pedro fue el primero en "confesar la fe". Y la fe viene de lo alto, es regalo de Dios. "Nadie viene a Mí si mi Padre no lo atrae”—dijo Jesús.
En definitiva; al final de cuentas, la fe, tener fe, es confesar que Jesús es el Hijo de Dios, que Jesús es Dios, es el Dios hecho hombre. Parece obvio para nosotros que creemos pero no era fácil para los que estaban con Jesús. Creer que existe Dios es cosa de muchos; creer que Jesús es Dios no es cosa de tantos; y vivir lo que Jesús enseñó es cosa de algunos...
Tiene fe verdadera, tiene fe plena y madura; aquel que cree que existe Dios, aquel que cree que Jesús es Dios y aquel que vive lo que Jesús enseñó. Así se llega a la madurez de la fe.
Por eso fue Pedro el primero en "confesar la fe” y el encargado de mantener la unidad en la fe. Nosotros creemos por gracia de Dios y gracias a Pedro, a Pablo, a todos los apóstoles y a la Iglesia que nos ha transmitido la fe.
No se puede pensar en un Jesús sin Iglesia y en una Iglesia sin Jesús.
“Pablo, fue el insigne maestro que la interpretó” y el gran propagador de la fe. Pablo es el que nos enseña que la fe es una lucha, es gracia, es don, pero es respuesta continua y lucha diaria: "He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe".—dice San Pablo.
En la vida luchamos por tantas cosas ¿no?, para alcanzar nuestras propias metas; sin embargo, una sola es la más importante: “conservar la fe”, conservar esta certeza de que Jesús es el Hijo de Dios y que ha venido a salvarnos y que nos da la verdadera vida; cuidar la fe, cuidar el don. Tenemos que cuidar la fe, luchar contra todo lo que quiere desviarnos y “hacernos creer” que no vale la pena, que es todo lo mismo, que alcanza con ser un poco bueno, que se puede vivir igual sin fe y tantas cosas más que diariamente escuchamos por ahí.
Hay que pelear este lindo combate para vivir la alegría de tener fe, de creer que Jesús es el Hijo de Dios.
Es lindo luchar por llegar al fin del camino sabiendo que “el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas” y que “el Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial”; como dice San Pablo.
Que tengamos un buen día, que afirmemos nuestra fe en Jesús y en la Iglesia que Él ha fundado y nos ha dejado para que lo conozcamos y sigamos creciendo cada día en el camino de la fe.
"¿Quién decís que soy?", dejemos que hoy Jesús nos pregunte a todos:
Jesús sanó, curó y expulsó demonios, lo mismo que quiere seguir haciendo en este día en tu corazón y el mío. Porque vos y yo, también, estamos enfermos y sufrimos a veces terriblemente de muchas maneras. Sufrimos las consecuencias de nuestras debilidades, sufrimos las consecuencias de la falta de amor y un mundo que no sabe amar, hosco de amor, a veces, austero de amor. Un mundo que no quiere abrir su corazón de par en par y, bueno, tenemos que aceptar que nosotros también estamos en este mundo. Somos víctimas y también victimarios, hacemos sufrir a los otros por nuestra falta de amor.
Pero quería quedarme hoy con la figura de este centurión, de este hombre pagano, que no tenía la fe del pueblo de Israel.
Señor, danos la gracia de sentirnos necesitados para que puedas tomar nuestras debilidades y cargarlas como quisiste cargar las debilidades y pecados de toda la humanidad. Señor, yo tampoco soy digno de que entres en mi casa, en mi casa-corazón, pero basta una palabra tuya, una palabra de Dios para que puedas sanarme, sanarme de tanta falta de amor, de tanta necesidad de amor que tengo y a veces no sé cómo saciarla.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Sábado, 28 de junio + XII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 5-17
Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo».
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes». Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído». Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Palabra del Señor.